Con el comienzo de la segunda mitad del siglo XIX la imagen del ideal de hombría empezó a cambiar. Debido a publicaciones como El origen de las especies de Charles Darwin (1859) y a la frase de Friedrich Nietzsche «¡Dios ha muerto!» (1882) el enfoque principal en el concepto de masculinidad pasó de un enfoque espiritual en la religión a un compromiso con el músculo: se creó el «cristianismo muscular». Al mismo tiempo, la domesticidad masculina disminuyó.

Deportes y preparación para el combate físicoEditar

La evolución hacia un enfoque en el músculo se manifestó en la creencia de que para educar la mente había que educar el cuerpo. Esta suposición tiene sus raíces en el auge de las ciencias naturales y especialmente de la biología. Así, la fascinación por la salud condujo a una manía por el deporte y el juego, que se materializó principalmente a través del sistema de escuelas públicas para varones. El atleta era el nuevo héroe de la sociedad. Esto, según E. M. Forster, condujo entonces a «cuerpos bien desarrollados, mentes bastante desarrolladas y corazones poco desarrollados». Otra razón para tales ejercicios era que a finales del siglo XIX el Imperio Británico se percibía en peligro y los chicos atléticos de las escuelas públicas eran buenos reclutas.

ImperialismoEditar

En la segunda mitad del siglo XIX el ideal de hombría victoriana se definió cada vez más por el imperialismo porque la subordinación de las culturas no occidentales estaba en su apogeo en Gran Bretaña. Así, parte del concepto de masculinidad pasó a ser la virtud militar y patriótica, que definía al hombre ideal como valiente y resistente como los cazadores, aventureros y pioneros, todos ellos profundamente autosuficientes e independientes y con amplios conocimientos científicos. Esta orientación hacia la rusticidad y la resistencia se reflejó también en un cambio en la vestimenta: se desaconsejaron los colores y materiales ricos en favor de los colores oscuros, los cortes rectos y los materiales rígidos.

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