Esta última cuestión es la que Esquilo se plantea con más insistencia en sus dos obras más famosas, la Oresteia (trilogía que comprende Agamenón, Coréforo y Euménides) y Prometeo atado (primera parte de una trilogía de la que se han perdido las dos últimas): ¿Es correcto que Orestes, un joven que no es responsable de su situación, reciba la orden de un dios, en nombre de la justicia, de vengar a su padre asesinando a su madre? ¿No hay otra salida a su dilema que el antiguo código de la venganza de sangre, que no hará más que agravar el dilema? De nuevo: ¿Era justo que Prometeo, al hacer amigos de la humanidad con los dones del fuego y las artes, ofendiera al dios presidente Zeus y fuera él mismo horriblemente castigado? Esquilo abrió preguntas cuyas respuestas en las historias homéricas se daban por sentadas. En Homero, el parricidio de Orestes se considera un acto de piedad filial, y el castigo de Prometeo no es más que la consecuencia inevitable de desafiar a la deidad reinante. Todos los materiales de la tragedia, toda la crueldad, la pérdida y el sufrimiento, están presentes en Homero y en los mitos antiguos, pero se tratan como absolutos, autosuficientes y sin el espíritu cuestionador que era necesario para elevarlos al nivel de tragedia. A Esquilo y a sus compañeros trágicos les correspondió primero tratar estos «absolutos» de forma crítica y creativa en una forma dramática sostenida. Fueron verdaderos exploradores del espíritu humano.

Esquilo

Esquilo

, busto de mármol.

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Además de su notable indagación en la naturaleza de la existencia, sus logros incluyeron un grado de perspicacia psicológica por el que no se les suele reconocer. Aunque estos elogios suelen reservarse para Shakespeare y los modernos, los dramaturgos atenienses transmitieron un vívido sentido de la realidad viva de la experiencia de sus personajes: de lo que se siente al estar atrapado, como Orestes, en lealtades desesperadamente conflictivas o al estar sometido, como Prometeo, a un castigo prolongado e injusto. El estado de ánimo del público mientras presenciaba la representación de estas experiencias culminantes se ha descrito como una contemplación apasionada. De sus mitos y epopeyas y de su historia del siglo VI, el pueblo de Atenas aprendió que podía extender un imperio y sentar las bases de una gran cultura. De sus tragedias del siglo V, aprendieron quiénes eran, algo de las posibilidades y limitaciones del espíritu, y de lo que significaba, no sólo lo que se sentía, estar vivo en un mundo a la vez hermoso y terrible.

Experimenta un pasaje coral de la tragedia Oresteia del dramaturgo griego clásico Esquilo

Experimenta un pasaje coral de la tragedia Oresteia del dramaturgo griego clásico Esquilo

Pasaje coral de la Oresteia, del dramaturgo griego clásico Esquilo; un extracto de la Poesía Lírica Griega, una película de 1963 producida por Encyclopædia Britannica Educational Corporation.

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Esquilo ha sido llamado el más teológico de los trágicos griegos. Su Prometeo ha sido comparado con el Libro de Job de la Biblia tanto en su estructura (es decir, la figura heroica inmovilizada manteniendo su causa en diálogos con los visitantes) como en su preocupación por el problema del sufrimiento a manos de una deidad aparentemente injusta. Esquilo tendía a resolver el problema dramático en un cierto grado de armonía, como los indicios dispersos sugieren que hizo en las dos últimas partes de la Prometida y como ciertamente hizo en la conclusión de la Oresteia. Esta tendencia podría llevarle fuera del ámbito de la tragedia y a la seguridad religiosa. Pero sus armonías nunca son completas. En sus obras el mal es ineludible, la pérdida es irremediable, el sufrimiento es inevitable. Lo que las obras dicen positivamente es que se puede aprender a través del sufrimiento. El coro de Agamenón, la primera obra de la Oresteia, lo dice dos veces. La capacidad de aprender a través del sufrimiento es una característica distintiva del héroe trágico, sobre todo del héroe trágico griego. No sólo tiene valor, tenacidad y resistencia, sino también la capacidad de crecer, por medio de estas cualidades, en la comprensión de sí mismo, de sus semejantes y de las condiciones de la existencia. El sufrimiento, dice Esquilo, no tiene por qué ser amargo, sino que puede ser una fuente de conocimiento. La fuerza moral de sus obras y de las de sus compañeros trágicos no puede exagerarse. Fueron agentes formadores de la noción griega de educación. Se ha dicho que de Homero los griegos aprendieron a ser buenos griegos y de las tragedias aprendieron una humanidad ampliada. Si no se puede demostrar que Esquilo «inventó» la tragedia, está claro que al menos marcó su tono y estableció un modelo que sigue vigente. Dramaturgos del siglo XX como T.S. Eliot, en La reunión familiar (1939), y Jean-Paul Sartre, en Las moscas (1943), encontraron relevancia moderna en sus personajes, situaciones y temas arquetípicos, y en el siglo XXI la Oresteia sigue siendo considerada una de las mayores obras espirituales escritas.

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