El síndrome antifosfolípido es un trastorno caracterizado por una mayor tendencia a formar coágulos sanguíneos anormales (trombos) que pueden bloquear los vasos sanguíneos. Esta tendencia a la coagulación se conoce como trombofilia. En el síndrome antifosfolípido, las trombosis pueden desarrollarse en casi cualquier vaso sanguíneo del cuerpo, pero lo más frecuente es que se produzcan en los vasos de las extremidades inferiores. Si se forma un coágulo en los vasos del cerebro, el flujo sanguíneo se ve afectado y puede provocar un derrame cerebral. El síndrome antifosfolípido es un trastorno autoinmune. Los trastornos autoinmunes se producen cuando el sistema inmunitario ataca los propios tejidos y órganos del cuerpo.
Las mujeres con síndrome antifosfolípido tienen un mayor riesgo de sufrir complicaciones durante el embarazo. Estas complicaciones incluyen la hipertensión inducida por el embarazo (preeclampsia), una placenta poco desarrollada (insuficiencia placentaria), un parto prematuro o la pérdida del embarazo (aborto espontáneo). Además, las mujeres con síndrome antifosfolípido tienen más riesgo de sufrir una trombosis durante el embarazo que en otros momentos de su vida. Al nacer, los bebés de madres con síndrome antifosfolípido pueden ser pequeños y tener un peso inferior al normal.
Una trombosis o una complicación del embarazo suele ser el primer signo del síndrome antifosfolípido. Esta afección suele aparecer a principios o mediados de la edad adulta, pero puede comenzar a cualquier edad.
Otros signos y síntomas del síndrome antifosfolípido que afectan a las células y los vasos sanguíneos incluyen una cantidad reducida de células implicadas en la coagulación de la sangre llamadas plaquetas (trombocitopenia), una escasez de glóbulos rojos (anemia) debido a su descomposición prematura (hemólisis), y una decoloración violácea de la piel (livedo reticularis) causada por anomalías en los diminutos vasos sanguíneos de la piel. Además, las personas afectadas pueden presentar llagas abiertas (úlceras) en la piel, migrañas, enfermedades cardíacas o discapacidad intelectual. Muchas personas con síndrome antifosfolípido también padecen otros trastornos autoinmunes como el lupus eritematoso sistémico.
Raramente, las personas con síndrome antifosfolípido desarrollan trombos en múltiples vasos sanguíneos de todo el cuerpo. Estos trombos bloquean el flujo sanguíneo en los órganos afectados, lo que perjudica su funcionamiento y, en última instancia, provoca un fallo orgánico. Se dice que estas personas padecen el síndrome antifosfolípido catastrófico (CAPS). El CAPS suele afectar a los riñones, los pulmones, el cerebro, el corazón y el hígado, y es mortal en más de la mitad de los individuos afectados. Menos del 1% de los individuos con síndrome antifosfolípido desarrollan el CAPS.
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