Linaje y primeros años de vida
A la muerte en 1817 de la princesa Carlota, hija del príncipe regente (más tarde Jorge IV), no quedaba ningún descendiente legítimo de los 15 hijos de Jorge III. Por lo tanto, en 1818, tres de sus hijos, los duques de Clarence, Kent y Cambridge, se casaron para asegurar la sucesión. El ganador en la carrera para engendrar al próximo gobernante de Gran Bretaña fue Eduardo, duque de Kent, cuarto hijo de Jorge III. Su única hija fue bautizada como Alexandrina Victoria. Tras su muerte y la llegada de Jorge IV en 1820, Victoria se convirtió en la tercera en la línea de sucesión al trono tras el duque de York (fallecido en 1827) y el duque de Clarence (posteriormente Guillermo IV), cuyos propios hijos murieron en la infancia.
Victoria, según su propio relato, «fue educada de forma muy sencilla», principalmente en el Palacio de Kensington, donde sus compañeros más cercanos, aparte de su madre nacida en Alemania, la duquesa de Kent, fueron su hermanastra, Féodore, y su institutriz, Louise (después baronesa) Lehzen, natural de Coburgo. Una importante figura paterna para la princesa huérfana fue su tío Leopoldo, hermano de su madre, que vivió en Claremont, cerca de Esher, Surrey, hasta que se convirtió en rey de los belgas en 1831.
La infancia de Victoria fue cada vez más infeliz por las maquinaciones del consejero de la duquesa de Kent, Sir John Conroy. Al controlar a la flexible duquesa, Conroy esperaba dominar también a la futura reina de Gran Bretaña. Convencida por Conroy de que los duques reales, «los tíos malvados», suponían una amenaza para su hija, la duquesa educó a Victoria según el «sistema Kensington», por el que ella y Conroy aislaron sistemáticamente a Victoria de sus contemporáneos y de la familia de su padre. Conroy pretendía así hacer que la princesa dependiera de él y se dejara llevar fácilmente.
De fuerte voluntad, y con el apoyo de Lehzen, Victoria sobrevivió al sistema de Kensington; cuando ascendió al trono en 1837, lo hizo sola. Las acciones de su madre la habían alejado de Victoria y habían enseñado a la futura reina a tener cuidado con sus amistades. Además, su memoria retentiva no le permitía perdonar fácilmente.
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