La raza humana está expuesta a los caprichos de la vida en términos de diversos peligros; o como diría el griego, «todos estamos a un latido del desastre». La causa principal de la psicopatología se ha atribuido al estrés. Es un catalizador o precipitador de la enfermedad psiquiátrica y un estimulante de la agonía mental sustancial. El término «estrés» fue acuñado por Hans Selye (1907-1982), quien estableció el concepto de que el sistema corticosuprarrenal es la respuesta vital al estrés. El término más rudimentario de enfermedad psicosomática refleja aquellas enfermedades cuya evolución está canalizada por cuestiones psicológicas (pensamientos, emociones y comportamiento); en cambio las enfermedades somatopsíquicas se hacen eco de aquellas en las que el aspecto biológico de la enfermedad afecta a la psique. La medicina psicocutánea incide en la interacción entre la mente, el cerebro y la piel. El cerebro y la piel se originan en la misma capa germinal, el ectodermo embrionario, y están bajo la influencia de las mismas hormonas y neurotransmisores. Los conocimientos psiquiátricos se centran en la «enfermedad interna indiscernible», mientras que los conocimientos dermatológicos se centran en la «enfermedad externa discernible». Los factores de naturaleza psicopatológica tienden a desempeñar un papel etiológico en el desarrollo de los trastornos de la piel, pueden exacerbar un trastorno cutáneo preexistente, así como los pacientes que sufren trastornos dermatológicos pueden llevar la peor parte de la desfiguración. Al ser la psoriasis una enfermedad clave en el conjunto de trastornos psicocutáneos, se ha convertido en un foco de exploración. Debido a la íntima interacción entre los factores psicosociales y la psoriasis, esta enfermedad confirma dichas definiciones.
La psoriasis es una enfermedad inflamatoria común, crónica y recurrente de la piel, caracterizada por placas circunscritas, eritematosas, secas y escamosas de diversos tamaños. La incidencia de la enfermedad es del 1-2% de la población general. El estrés actúa como catalizador de la aparición y exacerbación de la psoriasis. La hipótesis de la inflamación neurogénica de la psoriasis planteada por Farber et al. afirma que los neuropéptidos como la sustancia P (SP) y el factor de crecimiento nervioso (NGF) actúan como eje de su patogénesis. Los terminales no mielinizados de las fibras sensoriales de la piel liberan SP y otros NP, lo que da lugar a la generación de una inflamación neurogénica local en aquellos que están genéticamente preparados. La SP se sintetiza en el ganglio de la raíz dorsal de las fibras nociceptoras C y se transmite periféricamente en gránulos. Mediante métodos de tinción histoquímica, se ha detectado la colocalización con otros PN, como el péptido relacionado con el gen de la calcitonina y el péptido intestinal vasoactivo (VIP), en las terminaciones nerviosas sensoriales cutáneas.
Los acontecimientos vitales estresantes se asocian con mayores niveles de SP en el sistema nervioso central y periférico de los modelos animales. Las neuronas que expresan SP están en estrecha y funcional proximidad de los mastocitos, que cuando se activan liberan VIP. Las vías autonómicas de tipo descendente a través de los ganglios de la raíz dorsal en la médula espinal a través de las neuronas que contienen SP estimulan la liberación de PN, las neuronas se extienden hasta tener conexiones con las interneuronas opioides en el cuerno dorsal. El aumento de la liberación de la hormona adrenocorticotrópica, los glucocorticoides y la adrenalina durante el estrés puede atribuirse a la estimulación del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal. El aumento significativo de la expresión del NGF en los queratinocitos regula la inervación de la piel y aumenta los PN, lo que se ha considerado un acontecimiento temprano en la patogénesis de la psoriasis. El NGF provoca la proliferación de los linfocitos T y provoca la degranulación de las células en masa, lo que da lugar a la producción de una quimiocina, RANTES, que es quimiotáctica para las células t de memoria Cd4+ en reposo y las células t de memoria.
La gravedad de la psoriasis fluctúa constantemente. Es probable que los individuos pasen por diferentes niveles de gravedad a lo largo de su vida. El curso de la enfermedad está marcado por brotes y remisiones espontáneas. Estudio realizado en 141 personas de dos entornos: Una clínica cutánea ambulatoria del King’s College Hospital y la Psoriasis Association demostró que alrededor del 60% de los enfermos de psoriasis creen que los factores psicológicos y de estrés son causales. Los resultados confirmaron que las atribuciones causales están relacionadas con el impacto psicológico de la psoriasis, es decir, las personas con psoriasis que creen que la causa de su psoriasis es emocional tenían más probabilidades de experimentar una preocupación patológica que los que creían que la causa era física. Sin embargo, el estrés percibido no estaba relacionado con la gravedad de la psoriasis. Se comprobó que el nivel de estrés percibido estaba relacionado con la calidad de vida, la depresión y la ansiedad. Los resultados sugieren que el estrés no está asociado a un aumento de los síntomas, sino a un aumento del impacto de los síntomas en la vida diaria y el bienestar.
Un estudio de casos y controles realizado en una población amplia ha demostrado una relación independiente entre los trastornos relacionados con el estrés y la psoriasis. Los estudios informan de altos índices de incidentes estresantes ocurridos antes de la aparición de brotes de psoriasis, aproximadamente en el 68% de los pacientes adultos, aunque fueran de naturaleza no controlada. Además, los datos retrospectivos han demostrado que los pacientes con psoriasis informan de experiencias traumáticas más frecuentes en la infancia y durante la edad adulta. Se comprobó que tanto el estrés como la preocupación son factores que impiden la eliminación de las lesiones psoriásicas en pacientes tratados con brazos de tratamiento y placebo significativamente diferentes.
Una dieta poco saludable y un estilo de vida sedentario son bastante comunes en los pacientes con psoriasis que en los que no la padecen. La psoriasis es una enfermedad crónica y a menudo desfigurante, por lo que los enfermos también sufren un notable deterioro de su calidad de vida. A diferencia de otras enfermedades crónicas como la insuficiencia cardíaca o el cáncer, la psoriasis no supone una amenaza para la vida, a pesar de lo cual su impacto es magnánimo. La preocupación por la percepción que la gente tiene de ellos y el hecho de evitar el contacto físico con los demás para evitar el rechazo social y la vergüenza son creencias recogidas en varios estudios cualitativos. Debido a la constante descamación de la piel y a los exorbitantes tratamientos que consumen tiempo para lograr la remisión, los pacientes pueden ver sus lesiones como estigmas que conducen a la evolución de sentimientos de culpa con su proceso de enfermedad. Aunque los factores que pueden contribuir a la depresión en la psoriasis son numerosos, en su mayoría se derivan de una mala calidad de vida, y pueden incluir un aumento de las tasas de prurito, la estigmatización social, las manifestaciones articulares y un mal cumplimiento del tratamiento, todo lo cual se ha asociado a la depresión en estudios anteriores. Sharma et al. descubrieron que la depresión era más frecuente y que la interferencia del sueño era el síntoma psiquiátrico más común. Las fuentes probables de alteración del sueño son el prurito, el bajo estado de ánimo, el dolor y la dificultad respiratoria. Además, se ha descubierto que la SP desempeña un papel en la alteración del sueño, que también se ha propuesto en la patogénesis de la psoriasis, y puede estar relacionada con la relación entre la psoriasis, la depresión y la calidad del sueño.
La National Psoriasis Foundation, de EE.UU., afirma que además del impacto físico, la psoriasis afecta significativamente al funcionamiento mental y emocional. La psoriasis se asocia de forma independiente con la depresión, los pacientes de psoriasis tienen el doble de probabilidades de tener pensamientos suicidas en comparación con la población general y las personas con enfermedades crónicas. El 10% de los pacientes encuestados expresó su deseo de morir. La asociación de la psoriasis también se ha relacionado con los trastornos relacionados con el estrés y los trastornos de conducta. Los informes afirman que el subgrupo de pacientes que son «reactores del estrés» parece tener un mejor pronóstico a largo plazo y el curso de la enfermedad puede verse alterado por la incorporación temprana de intervenciones psicosociales. El impacto social y emocional de la enfermedad es mayor entre las mujeres, los jóvenes y las minorías.
Los enfermos de psoriasis dicen sentirse cohibidos, avergonzados e impotentes. El dolor físico y la gravedad de la enfermedad, así como sus efectos emocionales adversos, suelen ser menospreciados por los demás y pueden conducir a un círculo vicioso de desesperación para muchos enfermos de psoriasis. El estigma social asociado al estado de la enfermedad acaba manifestándose como una baja autoestima y contribuye a una mala adaptación psicosocial. Los pacientes suelen recurrir a mecanismos de afrontamiento como evitar estar en público, comer en exceso y abusar del alcohol. Esto puede contribuir a agravar otros problemas de salud graves, como la obesidad o las enfermedades cardíacas. Este ciclo continúa cuando los problemas de salud mental no abordados impiden a los pacientes gestionar eficazmente su enfermedad. Un acceso inadecuado al tratamiento también puede provocar depresión y ansiedad. Por tanto, estos efectos psicosociales pueden afectar negativamente a la progresión de la enfermedad, ya que el estrés es un desencadenante documentado de los brotes tanto de la psoriasis como de la artritis psoriásica.
De ahí que los aspectos adversos de la psoriasis relacionados con la salud mental tengan dimensiones multifacéticas, no sólo tienen una relación psicológica directa, sino que también pueden empeorar el proceso de la enfermedad, amalgamando así los efectos psicosociales. Como resultado, el estado de salud mental puede interferir en la capacidad de los pacientes para cumplir y responder al tratamiento. La carga de la enfermedad, que abarca el dolor físico, la angustia psicológica y el ostracismo social, la agrava aún más. Además, el control de los síntomas de la psoriasis se ha asociado a la mejora de los síntomas psicológicos. Por tanto, los enfermos de psoriasis deben recibir un tratamiento que abarque la atención primaria, especializada y psiquiátrica. Por último, el desarrollo de medidas de calidad, intervenciones oportunas y normas de atención relacionadas con el tratamiento holístico de los pacientes con psoriasis ayudaría a mejorar la prestación de la atención y los resultados de bienestar de los pacientes.
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