La hipertensión arterial (HTA) se define como una presión arterial sistólica (PAS) mayor o igual a 140 mmHg o una presión arterial diastólica (PAD) mayor o igual a 90 mmHg, mientras que cifras de PAS y PAD menores de 130/85 mmHg se consideran valores de presión normales. Entre ambas categorías queda lo que se llama presión arterial normal-alta, con PAS mayor o igual a 135, pero menor a 140 mmHg y PAD mayor o igual a 85 y menor de 90 mmHg.
«Existen múltiples evidencias clínicas que demuestran que cuanto más alta es la presión arterial, mayor es la probabilidad de sufrir enfermedades cardiovasculares. De igual modo, todos los expertos coinciden en que mantener las cifras de presión por debajo de los valores mencionados reduce de forma significativa el riesgo de complicaciones”, expone Enrique Rodilla Sala, profesor de Medicina de la Universidad CEU Cardenal Herrera y responsable de la Unidad de Hipertensión y Riesgo Vascular del Servicio de Medicina Interna del Hospital de Sagunto (Valencia).
Tabla de valores de tensión arterial.
Riesgo de la presión arterial alta y por qué es necesario bajarla
A día de hoy, «la hipertensión arterial es la enfermedad crónica más frecuente en España, y las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte en países occidentales”, afirma Rodilla. En este grupo de patologías se incluyen la cardiopatía isquémica que subyace al infarto de miocardio, así como las complicaciones cerebrovasculares, como el ictus cerebral y los ataques isquémicos transitorios, sin olvidarnos de enfermedades renales como la insuficiencia renal, así como enfermedades de las arterias periféricas como la claudicación intermitente y, finalmente, patologías de las arterias de la retina.
Si concretamos sobre la prevalencia, «la hipertensión arterial en adultos afecta a alrededor del 30 o 45 por ciento de la población. Es más común en edad avanzada (llegando a más del 60 por ciento en personas con más de 60 años). La HTA fue el líder global en contribuir a la muerte súbita con casi 10 millones de muertes en 2015”, puntualiza Antonio Castro Fernández, responsable del Área de Cardiología del Hospital Vithas Nisa Sevilla y presidente de la Sociedad Andaluza de Cardiología (SAC).
A modo de resumen, el responsable de Cardiología del Hospital Vithas Nisa Sevilla cuenta que la tensión arterial elevada produce daño en las propias arterias y en los órganos a los que llega la sangre con presión elevada:
- Arterias: aneurisma aórtico y claudicación intermitente.
- Corazón: hipertrofia, insuficiencia cardiaca y fibrilación auricular. Además, es marcador de enfermedad coronaria preclínica o asintomática.
- Cerebro: ictus, hemorragia y demencia.
- Ojos: retinopatía hipertensiva.
- Riñón: insuficiencia renal.
«Algunas de estas alteraciones son prevenibles e incluso reversibles con tratamiento temprano de la hipertensión”, afirma el presidente de la SAC.
¿Qué pasos se pueden dar para lograr reducir la presión arterial?
Rodilla señala que, sin lugar a dudas, la piedra angular para prevenir la hipertensión arterial o reducir las cifras de presión -cuando ya se ha diagnosticado la HTA- es cambiar a un estilo de vida saludable, que incluye restringir la ingesta de sal, moderar el consumo de alcohol, reducir el contenido de grasas saturadas y colesterol y aumentar la ingesta de hortalizas, productos lácteos desnatados, fibra dietética y soluble, cereales integrales y proteínas de origen vegetal. En suma, adoptar la llamada dieta mediterránea.
Este estilo de vida saludable incluye igualmente la reducción de peso, el abandono estricto del tabaquismo y el ejercicio físico regular.
Explicado de manera esquemática, Castro menciona que las modificaciones del estilo de vida incluyen:
- Restricción de sal en la dieta, llegando a menos de 5 gramos de sodio al día.
- Moderación del consumo de alcohol. Consumido de forma excesiva tiene un fuerte efecto hipertensivo.
- Dieta balanceada, conteniendo vegetales, legumbres, fruta, cereales, productos lácteos bajos en grasa, pescado y aceite de oliva. La dieta mediterránea demostró en varios estudios una disminución de eventos cardiovasculares y muerte, y a los cinco años, un 29 por ciento de reducción del riesgo cardiovascular en comparación con la dieta baja en grasas, y un 39 por ciento de reducción de ictus.
- Pérdida de peso. Algunos estudios han demostrado que la pérdida de 5 kg reduce la presión arterial sistólica en 4,4 mmHg. El sobrepeso y la obesidad están relacionados con el incremento de la presión arterial, diabetes, enfermedad cardiovascular y mortalidad. El índice de masa corporal (IMC) sano se sitúa entre 20 y 25 kg/m2 en personas menores de 60 años.
- Actividad física regular. Estudios epidemiológicos sugieren que la actividad física es beneficiosa para la prevención y el tratamiento de la hipertensión, y disminuye factores de riesgo cardiovascular y mortalidad. Se recomiendan 30 minutos de ejercicio aeróbico moderado, de 5 a 7 días a la semana.
- No fumar. El tabaco es el mayor factor de riesgo para enfermedad cardiovascular y cáncer.
De estos pasos, ¿cuáles son los que más cuestan a los pacientes?
Ninguno de ellos es inicialmente sencillo -reconoce Rodilla-, en especial cuando durante muchos años se han ejercitado hábitos contrarios. Sin embargo, tanto reducir el consumo de sal como acostumbrarse a la dieta mediterránea o iniciar la práctica de ejercicio físico de manera regular suelen ser metas accesibles que, en mayor o menor grado, consigue alcanzar un gran número de pacientes. Mucho más difícil es la reducción de peso y dejar de fumar.
Desde que se inicia una dieta saludable hasta que se puede constatar de forma significativa una pérdida de peso, ha de pasar el tiempo necesario para que los mecanismos fisiológicos en el cuerpo humano que regulan el mantenimiento del peso habitual se adapten al nuevo equilibrio entre ingesta y consumo de calorías. «Este proceso puede durar varias semanas y requiere una dosis de paciencia y constancia que los pacientes no suelen tener, si no se les previene adecuadamente”, explica el profesor de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Alimentación saludable y ejercicio físico, dos pilares fundamentales
Una alimentación saludable incluye un consumo de sal común de aproximadamente 5 o 6 gramos al día, que se puede alcanzar fácilmente eliminando el salero de la mesa y prestando atención al etiquetado alimentario para evitar los que son ricos en sal como salazones, conservas en general, zumos de hortalizas envasados y la mayorías de los quesos. Así se puede obtener un descenso de la presión arterial de hasta 5 mmHg, según detalla Rodilla.
A su vez, la práctica de ejercicio físico de forma regular ha demostrado que puede reducir la presión arterial hasta 7 mmHg. Se aconseja practicar al menos 30 minutos de ejercicio físico aeróbico dinámico de intensidad moderada (caminar, correr, montar en bicicleta o nadar) entre cinco y siete días a la semana.
Las dos vertientes del tratamiento
La hipertensión arterial y su tratamiento tienen varios hándicap evidentes, dice Castro. En primer lugar, «la ausencia de síntomas en el inicio de la enfermedad, que impide su diagnóstico y la percepción por parte del paciente. En segundo lugar, la adherencia al tratamiento farmacológico, muchas veces con incumplimientos involuntarios, que hay que empeñarse en evitar. Y por último, la también percepción inadecuada de que los cambios en ‘mi’ estilo de vida son pérdida de calidad de ésta, cosa que es precisamente todo lo contrario cuando se lleva a efecto”.
Este cardiólogo señala que el tratamiento está basado en un gran número de estudios con cientos de miles de pacientes, que han demostrado que la reducción de 10 mmHg en la presión sistólica (la «alta”) y 5 mmHg en la presión diastólica (la «baja”) reduce la mortalidad entre un 10 y un 15 por ciento; el ictus, un 35 por ciento; los eventos coronarios (infarto y angina de pecho), un 20 por ciento; y la insuficiencia cardiaca, un 40 por ciento. Todo esto independientemente de otros factores.
Castro concluye diciendo que «el tratamiento tiene dos vertientes: modificación del estilo de vida y fármacos. En la mayoría de los casos son necesarias las dos”. Y recalca que la modificación del estilo de vida mejora la eficacia de la medicación.
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