Hadi
Fuente: Wikimedia Commons: Hadi

Durante la mayor parte de su vida, mi amigo Dick Nunamaker ha criado abejas. En efecto, empezó utilizando la terapia cognitivo-conductual para evitar desarrollar un miedo a ellas, más que para tratar una fobia. Antes de montar sus propias colmenas, escuchó a apicultores experimentados, leyó docenas de libros y se imaginó cada paso que debía dar con las abejas (una técnica estándar en la desensibilización sistemática). Así, cuando le picaron como apicultor novato, el modelo cognitivo funcionó contra el condicionamiento de una respuesta de miedo. Al menos para Dick, el riesgo de ser picado no evoca ansiedad, sino que proporciona una paradójica fuente de calma.

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Dick describe la apicultura como una especie de terapia, un refugio de los problemas y las preocupaciones. Evita el equipo de protección para mantener abierta la posibilidad de ser picado. Es precisamente esta posibilidad la que le exige estar plenamente en el momento. Si su atención decae, los insectos le recuerdan que tiene que volver a la normalidad. Así que para Dick, un corral de abejas es una especie de santuario, un lugar inesperadamente tranquilo donde la ansiedad se disuelve.

Al haber trabajado con abejas y haber interactuado con el público durante décadas, Dick tiene algunas ideas valiosas sobre los orígenes de la apifobia (el miedo a las abejas). Los hilos que recorren el miedo de casi todo el mundo son la socialización, el dolor y la muerte. En cuanto a la socialización, Hollywood preparó el terreno para el miedo con Las abejas mortales (1966) y El enjambre (1978), y los titulares de los periódicos declararon «Los expertos dicen que las ‘abejas asesinas’ llegarán a Estados Unidos esta primavera» en 1990. En cuanto al dolor, duele que te piquen (ese es el punto desde la perspectiva de la abeja), pero Dick describe la experiencia como «no tan mala como golpear mi pulgar con un martillo». Con respecto a la muerte, las abejas matan a más personas en Estados Unidos que cualquier otro animal, pero menos del 1% de las personas son alérgicas a sus picaduras (el público cree falsamente que es el 50%).

La gente se detiene a menudo para ver a Dick trabajar en sus colmenas. Gritan: «¿No tienes miedo?», pero luego ven a este tipo jovial vestido con pantalones cortos y camiseta moviéndose tranquilamente entre los insectos sin sufrir daños. Al igual que con la terapia cognitivo-conductual, los datos empíricos son contrarios a su hipótesis de peligro. Y las abejas tampoco van a por ellos. Las experiencias de primera mano comienzan a socavar el miedo irracional.

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Aunque el modelado de un comportamiento no temeroso puede funcionar como una vacuna cognitiva contra las fobias incipientes, Dick también recurre a lo que los psicólogos reconocerían como desensibilización sistemática. Invita a los visitantes a acercarse a las colmenas de forma metódica y a sentirse cómodos a cada paso. Y cuando se encuentran en medio de las abejas, están encantados, y también lo está Dick.

Les dice que los insectos no merecen miedo, pero sí respeto. Dick deja el exterminio de la apifobia a los expertos. Su objetivo es ayudar a la gente a no desarrollar una mente infestada.

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