Por: E.B. Johnson

El mundo en el que vivimos es acelerado y más vanidoso e individualista que nunca. Mientras que estos aspectos en desarrollo pueden venir con algunos beneficios realmente poderosos, también pueden venir con algunas desventajas. Cuando nos enfrascamos demasiado en hacer una vida que gira en torno a nosotros, podemos olvidar la belleza de tener empatía por otras personas… y ahí es donde entra el egoísmo.

Estilos de vida egoístas y egocéntricos son fáciles de caer, pero pueden erosionar seriamente nuestra calidad de vida. Estar demasiado ocupado cuidando de uno mismo conduce al aislamiento, y a alejar a las personas que pueden ofrecer alegría y plenitud en nuestras vidas. Si has notado un aumento de los conflictos en tus relaciones, o si ves que te cuesta conectar, la respuesta podría estar en tu forma de verte a ti mismo y al mundo que te rodea. ¿Es usted una persona egoísta? Hay algunas señales concretas que pueden proporcionar la respuesta.

En el caótico mundo actual, puede ser fácil perderse en los detalles del día a día y perder de vista lo que quieres y necesitas. En el lado inverso de eso, puede ser increíblemente fácil ensimismarse o perderse completamente en sus propios problemas y perspectivas. Por eso es importante encontrar el equilibrio entre cuidar de tus propias necesidades y obsesionarte con tus deseos o centrarte por completo en ti mismo.

Cuidar de ti mismo es importante, y también lo es defender lo que quieres y en lo que crees. Sin embargo, cuando estos deseos y creencias vienen a costa de los demás, cruzan una línea que sólo crece para dejarnos aislados y derrotados; odiándonos a nosotros mismos y creyendo lo peor tanto de nosotros como de la gente que nos rodea.

Vivir de forma egoísta no es una forma de existir. Cuando insistimos en crear una vida totalmente centrada en nosotros mismos, eso corroe lo que somos a largo plazo y socava nuestra felicidad final. Es fundamental que aprendamos a encontrar el equilibrio entre el cuidado de nosotros mismos y el cuidado de los demás, para que podamos cultivar relaciones saludables y aprovechar los aspectos hermosos y poderosos de nuestro ser que se activan a través de las interacciones que tenemos con los demás.

Por qué ser egoísta puede socavar nuestra felicidad final.

Cuidar de nuestras necesidades es algo poderoso, y una habilidad que muchos de nosotros tenemos que volver a aprender más adelante en la vida. Sin embargo, cuando lo llevamos hasta el punto de comprometer las necesidades y los sentimientos de los demás, podemos aislarnos y crear patrones de vida negativos e infelices que destruyen el futuro que estamos tratando de construir.

Aumento del odio a uno mismo

Tendemos a pensar en las personas egocéntricas como aquellas que están obsesionadas consigo mismas y enamoradas de sí mismas. Aunque ciertamente puede parecer que esto es así exteriormente, a menudo están ocultando un ego frágil o muy inseguro justo debajo de la superficie. Mantener su sentido de superioridad o de control puede funcionar durante un tiempo, pero a largo plazo sólo conduce a aumentar los sentimientos de odio hacia uno mismo, ya que los comportamientos negativos afirman las creencias negativas y alejan a las personas que, de otro modo, podrían ayudarnos a ver lo hermosa que puede ser la vida.

Excesivamente sensible

Cuando personalizas e interiorizas todo lo que ocurre a tu alrededor, todo se convierte en un insulto a lo que eres y a lo que quieres. Las opiniones de los demás empiezan a reflejarse en ti (o eso crees). También lo hacen los comportamientos y elecciones de tus jefes, tus amigos e incluso tus seres queridos más cercanos. Cuanto más te obsesionas con la relación de todo contigo y tus necesidades, más sensible te vuelves. La persona egocéntrica se toma todo como un insulto, porque cree que todo gira en torno a ella.

Conflictos avanzados

Debido a que la persona egoísta arremete y ataca, buscando proteger su propio y frágil sentido del yo o ego, suele llevar una vida llena de conflictos. Principalmente, esto sucede porque las personas que las rodean se cansan de las constantes críticas, las mordidas y otros comportamientos negativos que surgen de la necesidad de la persona egocéntrica de proteger sus deseos. Al no poder seguir siendo un actor invisible en el guión de la persona egocéntrica, también arremeten y encuentran formas de rebelarse contra sus roles de reparto y su constante rechazo.

Creando patrones negativos

Las personas egocéntricas sólo miran por sus propios intereses, y esto puede motivarlas a moverse hacia algunos lugares extraños. Principalmente, puede llevarlas a tomar malas decisiones de comportamiento, o acciones que pueden ser más maliciosas que competitivas o útiles. Creemos que nos movemos hacia la felicidad, pero en realidad sólo nos movemos hacia nuestros propios intereses aislados. Estas acciones dañinas, con el tiempo, se suman a grandes patrones que requieren un trabajo consciente para ser superados.

Impedir el crecimiento

Cuando sólo somos capaces de centrarnos en nosotros mismos, nos hace volver a un tipo de visión de túnel que oscurece completamente nuestro camino. Al estar demasiado ocupados centrándose en uno mismo, se pierden de vista todas las emocionantes oportunidades que nos llegan a través del don y la energía de los demás. Nuestros más altos potenciales se cultivan cuando aprendemos a cuidar de los demás por igual que de nosotros mismos, sin regalar esas auténticas fortalezas que pueden ayudarnos a cambiar el mundo para mejor.

Signos de que podrías ser una persona egoísta.

El comportamiento egoísta es un sistema de patrones que se aprende y se refuerza con el tiempo. No nacemos inherentemente egoístas. Nos volvemos egocéntricos con el tiempo cuando aprendemos a anteponer nuestras necesidades a las de los demás y nos volvemos insensibles a su bienestar emocional. Si eres una persona egoísta, lo más probable es que reconozcas alguna de estas señales.

Devuelve (las emociones) al remitente

Una de las mayores señales de que estás tratando con una persona egoísta es tu capacidad (o incapacidad) para compartir y desahogarte con ella. Una persona egoísta se abrirá alegremente y se desahogará con cualquiera y con todos los que le rodean cuando le convenga, pero no deja espacio ni seguridad para que sus amigos y familiares hagan lo mismo. Si descubres que siempre eres el hombro sobre el que lloran, pero nunca pueden devolverte el favor – estás involucrado con alguien que sólo se preocupa por sus propios problemas y emociones.

Incapacidad para equivocarse

La persona egoísta rara vez se equivoca, porque -para ellos- todo es un reflejo directo de quiénes son. A las personas egoístas les encanta personalizar e interiorizar, y esto hace que sea muy difícil que alguna vez se equivoquen en algún aspecto. En lugar de aceptar sus errores y aprender de ellos, a menudo le dan la vuelta a la perspectiva o niegan, niegan, niegan. Todo en un esfuerzo desesperado por mantener sus ideas delirantes de perfección o control (o ambas).

Comportamiento pasivo-agresivo

El comportamiento pasivo-agresivo es un sello distintivo de la persona egoísta, y uno de sus pasatiempos favoritos. Cuando se trata de una persona egoísta que además es insegura, criticará a otras personas a sus espaldas, o intentará de alguna manera herir su confianza y sentido de sí mismo de forma solapada y solapada. Estas tácticas son extremadamente destructivas para los entornos personales y profesionales, y permiten a la persona egoísta ejercer algún tipo de control sobre su entorno.

Necesidad de ser el centro de atención

Las personas egoístas adoran el sonido de sus propias voces, y les encanta estar rodeados de un mundo creado por ellos mismos. Dentro de esto, a menudo hay un anhelo de atención y una necesidad de ser la estrella de su propio espectáculo. En un nivel más sutil, esto puede manifestarse como querer que su pareja haga todo lo que está centrado en sus deseos o en su horario; o bien, puede parecer que se vuelven ruidosos, bulliciosos y autoritarios en entornos sociales o cuando las cosas se ponen incómodas.

Control, control, control

La incapacidad para comprometerse y la incapacidad para hacer cualquier cosa que no sea lo que quiere hacer es egocéntrica. En el caso de los egoístas, se espera que todos los que les rodean consientan en todo momento, e incluso puede haber drama cuando creen que alguien intenta frustrar su plan. Los fanáticos del control son casi siempre egocéntricos de alguna manera, y esto provoca grandes trastornos en sus relaciones personales y profesionales. Incapaces y poco dispuestos a ceder a nadie el protagonismo a su alrededor, suelen acabar con un sentido del yo aún más fracturado.

Cero pensamiento para los demás

El rasgo más común entre las personas egoístas es la incapacidad o la falta de voluntad para preocuparse por los demás. A las personas egoístas no les importa cómo se sienten sus amigos. No les importa lo que piense su pareja, ni lo que piense su jefe, ni lo que piense el vecino de la calle. Aunque este distanciamiento de las opiniones de los demás es liberador en cierto modo, se vuelve problemático cuando lleva a desestimar los sentimientos, las opiniones y los deseos de los demás.

El juego de la culpa

Cuando alguien es verdaderamente egoísta, suele tener una opinión muy elevada de sí mismo. Aunque la confianza es clave para el éxito en la vida, puede llevarse demasiado lejos. No ver sus propios defectos y errores, o participar en un juego de culpas con el fin de evitar la responsabilidad de sus propias acciones, es siempre una señal de que es el momento de hacer algunos cambios serios y empezar a considerar a otras personas.

Rechazo a escuchar

Las personas egoístas están inherentemente inclinadas a escuchar sólo sus propias opiniones, con exclusión de los que les rodean. Ya sea una recomendación sobre dónde comer, o una idea sobre cómo podrían mejorar sus propias vidas: la persona egoísta hace oídos sordos tanto a los consejos como a las ideas. No pueden escuchar nada más que su propia opinión y punto de vista, y les cuesta incluso pedir a los demás su opinión (al fin y al cabo, es una pérdida de tiempo).

Cómo ser menos egoísta y aumentar tu altruismo.

El hecho de que hayas caído en patrones egoístas o egocéntricos no significa que tengas que vivir así para siempre. Puedes aprender a cultivar más generosidad, comprensión y altruismo en tu vida, pero se necesita un esfuerzo consciente y un compromiso para cambiar la forma en que te ves a ti mismo, a los demás y al mundo que te rodea.

Conviértete en un mejor oyente

Convertirse en un mejor oyente es el primer paso para construir mejores relaciones (de cualquier tipo) y es el primer paso para aprender a dejar de ser tan egocéntrico. Cuando aprendemos a escuchar a nuestros amigos y familiares, accedemos a nuevas perspectivas y nos damos cuenta de nuevos aspectos de nuestro ser. Es un poder transformador, pero requiere dejar de lado tu necesidad de hablar, y requiere dejar de dar siempre la máxima prioridad a tu punto de vista.

Entrégate a las habilidades de escucha activa, y aplícalas a las conversaciones e interacciones que tienes con los demás. En lugar de escuchar simplemente para responder, piérdase en lo que están diciendo y esté presente haciéndoles preguntas y participando físicamente en lo que están diciendo con respuestas apropiadas y asintiendo con la cabeza.

Despeje su cabeza de cualquier respuesta preconcebida o anécdota que quiera compartir, y empiece a dejar que otras personas dirijan la conversación. Estate presente en el momento y responde y contesta a las cosas sólo cuando surjan en la conversación, evitando atarlas a historias sobre ti mismo en la medida de lo posible. Cuando empezamos a escuchar activamente lo que dicen los demás, nos damos cuenta de cosas nuevas sobre ellos y nos permitimos conectar con ellos de una manera presente y conmovedora. Es una pequeña forma de empezar a hacer grandes cambios en cómo te ves a ti mismo en relación con los demás.

Prueba a cambiarte de zapatos

Las personas egocéntricas o egoístas están totalmente atrapadas en su propio punto de vista y normalmente no ven por lo que están pasando los demás. Cuando están pasando por problemas, es el único problema que existe. Cuando tienen problemas, se vuelven incapaces de ver el dolor de los demás. Si de verdad quieres ir más allá de tu egoísmo, tienes que salir de tu perspectiva obsesiva y empezar a ver las cosas desde los ojos de los demás.

Intenta ponerte en el lugar de los demás e intenta activamente ver las cosas desde su perspectiva. Empieza con algo pequeño, imaginándote conscientemente a ti mismo lidiando con su dolor o sus problemas. Compáralo con una situación similar que hayas vivido antes. ¿Cómo te sentiste? ¿Estabas triste? ¿Humillado?

Considera el hecho de que estás tratando con otro ser humano que tiene las mismas respuestas, reacciones y sentimientos que tú. Intenta recordar cómo te hicieron sentir tus emociones en tus momentos más bajos y más altos, y entiende que -en muchos sentidos- es exactamente lo mismo para la otra persona. Céntrate en la empatía y cultiva la compasión en tu vida de forma consciente. Cuando puedas cuidar de otra persona tanto como de ti mismo, descubrirás una fuerza verdaderamente transformadora.

Descubre cómo dar tu tiempo

El comportamiento egoísta no es algo que ocurra sólo con nuestras acciones o nuestras palabras, es algo que puede existir dentro de la forma en que gestionamos nuestro tiempo aquí también. Estar ahí para otras personas no es sólo darles palabras bonitas o un abrazo de vez en cuando. También consiste en dedicarles tiempo y hacer un esfuerzo consciente para crear un espacio para ellos en tu vida.

Aprende a ofrecer tu tiempo como voluntario, no sólo con tus amigos y seres queridos, sino también con causas benéficas y dignas. Abra su calendario o su agenda y dedique una tarde, una mañana o un día a ayudar a alguien que lo necesite (o a alguien que simplemente quiera compañía).

Deje de lado cualquier expectativa que tenga y permítase dar libremente y de corazón. Comprométete a sacrificar tu tiempo -que es gratis- a algo o a alguien que pueda beneficiarse de ello. A través de esta acción, no sólo podrás vincularte mejor con aquellos que te importan, sino que podrás vincularte mejor con aquellas fortalezas profundamente arraigadas que has dejado abandonadas todo este tiempo.

Da unos cuantos pasos libres

Demasiado a menudo, nos olvidamos de dejar pasar las cosas cuando estamos completamente obsesionados con nosotros mismos. Cuando todo se convierte en un reflejo personal de lo que crees que eres, es fácil dejarse insultar y es fácil creer que vale la pena librar todas las batallas. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Algo de lo que nos damos cuenta cuando dominamos el arte de dar pases libres.

No respondas a ese maleducado de la cafetería. No devuelvas el fuego a tu jefe o a tu pareja cuando hagan ese comentario totalmente injustificado. Esto no quiere decir que tengas que convertirte en un pusilánime, sino que aprendas a elegir tus batallas y a darte cuenta de que no todos los casos de negatividad merecen ser tratados con nuestra energía.

Practica el dar paso libre a las personas groseras, o a aquellas que asumen que el mundo debe girar a su alrededor. Cuanto más te alejes de tu egoísmo, más lo verás en los demás (y más te molestará). En lugar de recurrir a esos viejos hábitos, empieza a soltar y a alejarte de las cosas que sólo traen más drama e infelicidad, en lugar de la paz y la alegría que estás tratando de cultivar.

Encuentra el poder de estar presente en la vida

La presencia es algo poderoso, y lo es especialmente cuando estamos aprendiendo a conectarnos fuera de nosotros mismos. Descubrir el poder de la presencia nos permite abrirnos a los demás, y les permite abrirse a nosotros. Se trata de existir por completo en el momento y dejar de lado la necesidad de cambiar el pasado o de influir en el futuro. Se trata de ser, y de permitir que otras personas simplemente estén en tu presencia también.

Los pequeños momentos entre todas las grandes y caóticas «cosas» de nuestras vidas es donde se encuentran las experiencias más hermosas. En estos pequeños momentos, nos conectamos con las personas que amamos y construimos los recuerdos que nos llevan al futuro y a través de los tiempos difíciles que se nos presentan.

Empieza a permitirte estar completamente presente cuando estés hablando con alguien o compartiendo tiempo con ellos, sean cuales sean las circunstancias. Escucha sus palabras mientras hablan, y no te permitas formar ninguna respuesta antes de que hayan tenido la oportunidad de expresarse completamente y su punto de vista. Entonces, y sólo entonces, permita que su mente reúna pensamientos y comience a elaborar la respuesta, la réplica o el plan que se le pide (si es que se le pide).

Rompa los viejos hábitos

El comportamiento egoísta se produce en ciclos, y se acumula con el tiempo para convertirse en un sistema de patrones que socavan nuestra felicidad y realización general. Negarse a dar un paso más allá de nuestra naturaleza egocéntrica nos mantiene aislados, asustados y aislados de las oportunidades que de otro modo podrían proporcionar algo de alegría en nuestras vidas. Por eso tenemos que romper nuestros patrones y sustituirlos por nuevos hábitos que nos permitan construir mejores relaciones y futuros.

Cuando se trata de construir hábitos nuevos y positivos en nuestras vidas, los incentivos pueden ser un medio inestimable para trazar nuestro camino hacia un nuevo futuro. Los incentivos son recompensas críticas y positivas que también actúan como hitos en tu viaje hacia adelante. Constituyen una pieza fundamental del bucle del hábito, y hacen gran parte del trabajo por nosotros cuando se trata de mantenernos centrados y romper con los malos hábitos.

Si tienes tendencias egoístas, utiliza esa naturaleza a tu favor e inventa un sistema de recompensas que ayude a impulsar los patrones de comportamiento positivo que quieres adoptar. Con el tiempo, ese cerebro egocéntrico y desconfiado aprenderá que hay más positividad asociada a la ayuda a los demás y a la apertura, y dejará de lado su necesidad obsesiva de velar por el #1 y sólo por el #1. Romper con los viejos hábitos puede ser un trabajo duro, pero llevar una vida egoísta puede ser un camino mucho, mucho más difícil de recorrer si eres alguien que valora el amor, las relaciones o el afecto social.

Liberar la necesidad de control infinito

Muchas personas se vuelven egocéntricas o dan la impresión de ser egoístas porque tienen una necesidad desesperada de controlar sus entornos y las personas que les rodean. Aunque estos impulsos pueden (ocasionalmente) provenir de un buen lugar, desgastan nuestros vínculos y hacen cada vez más difícil conectar con la gente a un nivel real. Por eso es importante empezar a dejar de lado tu necesidad de microgestionar y controlar todos los resultados, antes de que arruine tus relaciones.

Empieza por dar un paso atrás para analizar tu vida y todo lo que puedes controlar en ella, y todo lo que no puedes controlar. Colócalas en dos listas, y luego haz una tercera en la que apuntes todo lo que honestamente intentas controlar en un día normal.

Una vez que hayas echado un vistazo honesto a lo que puedes controlar y a lo que no, empieza a desprenderte de esa necesidad obsesiva de hacerte cargo de las cosas que están fuera de tu alcance. Empieza por lo pequeño y deja ir 3 pequeñas tareas o situaciones que no merecen tu energía o tu tiempo. Delegar es una gran forma de soltar, a la vez que aprendes a apoyarte en los demás, pero lo más importante es que aprendas a dejar de apegarte emocionalmente y personalizar todo como si se reflejara en lo que eres.

Poniendo todo en orden…

Hay una gran diferencia entre cuidar tus necesidades y obsesionarte contigo mismo y las cosas que quieres. Cuando lo único que vemos son nuestros propios deseos y necesidades, empezamos a llevar una vida egocéntrica que nos aísla y mina aún más nuestra felicidad a largo plazo. Para cultivar vidas plenas, excepcionales y gratificantes, tenemos que aprender a mirar más allá de nuestro propio punto de vista para ver las perspectivas de los demás.

Haz un esfuerzo consciente para convertirte en un mejor oyente, y cambia tu forma de ver las cosas para poder verlas desde la perspectiva de las personas que más te importan. Cuando nos ponemos en el lugar de los demás, podemos relacionarnos mejor con lo que están tratando, tanto física como emocionalmente. Cultiva la compasión en tu vida aprendiendo a derribar tus muros y a dejar de lado tu necesidad de microgestionar y controlar todos los aspectos de tu vida (y la de los demás). Ser egoísta sólo conduce al aislamiento, al aumento de la infelicidad y a la pérdida de conexión con nuestro ser auténtico y empático. Practica el dar pases libres a los conflictos y esfuerzos que no merecen tu energía, y deja de personalizar e interiorizar el mundo que te rodea. No todo es un reflejo de ti. No todo en esta vida tiene que ver contigo. Cuando aprendemos a amar y respetar a los demás tanto como nos amamos y respetamos a nosotros mismos, ahí es donde encontramos el verdadero poder de transformación.

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