Cada temporada, durante la Semana de la Moda de Milán, diseñadores conocidos y emergentes acuden a la ciudad del norte de Italia para presentar su arte al resto del mundo. Pero Milán no siempre fue la respetada capital de la moda que es hoy. Alrededor de la segunda mitad del siglo XX, la Moda Italiana, o la moda italiana, se convirtió por fin en una ciudad reconocida por su atención al detalle y su diseño innovador. Antes de eso, París era la principal ciudad de la moda, y el diseño italiano pasaba desapercibido. Incluso Elsa Schiaparelli -quizás una de las diseñadoras italianas más influyentes de principios del siglo XX- decidió instalar su taller en París, lo que provocó una disputa con la diseñadora francesa Coco Chanel (que, al no poder pronunciar el nombre de Schiaparelli, se refería a ella como «la artista italiana que hace ropa»).
Schiaparelli, conocida por su color característico, el «rosa chillón», hizo notables aportaciones a la moda, concretamente en lo que respecta a la construcción de prendas de alta costura. (Introdujo el concepto de corte al bies, por ejemplo). Colaboró con frecuencia con artistas surrealistas como Salvador Dalí y Jean Cocteau, e incorporó su estilo artístico a sus creaciones, incluido su icónico vestido de langosta.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la industria textil italiana pudo florecer gracias a la ayuda financiera de EE.UU. y su panorama económico empezó a permitir la aparición de otros diseñadores. Zoe, Micol y Giovanna Fontana -las tres hermanas que formaron la casa de moda italiana Sorelle Fontana- fundaron su marca homónima en Roma en 1943. Después de Schiaparelli, el trío se convirtió en una potencia de la industria, vistiendo a algunos de los nombres más importantes del viejo Hollywood, como Elizabeth Taylor, Audrey Hepburn, Ava Gardner y Grace Kelly.
Durante las siguientes décadas, la etiqueta «Made in Italy» continuó ganando prestigio. En los años 50, los desfiles de moda se hicieron más frecuentes en Italia, gracias en parte al empresario italiano Giovanni Battista Giorgini, que contribuyó a ponerla a la altura de los parisinos. En 1951, el empresario organizó el primer desfile de alta costura en Italia en su propia residencia privada de Florencia, conocida como Villa Torrigiani. Asistieron seis grandes compradores estadounidenses a los que Giorgini invitó estratégicamente al desfile. Vieron las colecciones de 10 grandes casas de moda italianas y quedaron inmediatamente impresionados por la calidad y el atractivo de las prendas. Con el éxito del desfile y el apoyo de Irene Brin, una editora de moda que publicitó el evento a nivel internacional, la moda italiana ganó rápidamente adeptos. Los espectáculos grandiosos continuaron durante los años siguientes, y a veces se celebraban en la Sala Bianca del Palazzo Pitti de Florencia. Estos eventos de alto nivel motivaron a los diseñadores a producir colecciones para ser mostradas al público, lo que llevó a la celebración de la primera Semana de la Moda de Milán oficial en 1958. Su éxito cimentó el lugar de Milán como una de las cuatro principales ciudades donde se celebra la semana de la moda cada año.
El cine de autor italiano de los años 50 y 60 también influyó mucho en la forma de ver la moda. Los directores Federico Fellini y Michelangelo Antonioni, que realizaron las películas La Dolce Vita y Las noches de Cabiria, respectivamente, influyeron mucho en la estética general de la moda italiana. Sus películas eran esencialmente un comentario sobre el estado actual de la sociedad y la cultura italianas, que pedían una salida artística y algo más desenfadado para aliviar el dolor que todos sentían a causa de la guerra. El lujoso vestuario de estas películas contribuyó a popularizar el aspecto de la ropa estilizada. La Dolce Vita, en particular, reafirmó el atractivo atemporal del pequeño vestido negro y mostró a las glamurosas mujeres de la película como emblema de la sociedad italiana de lujo.
En los años 80 y 90, La moda italiana se hizo conocida por su estética maximalista y muchas de las casas de moda más populares hoy en día comenzaron a prosperar, como Versace, Gucci, Prada, Salvatore Ferragamo y Moschino. Todas estas marcas redefinieron la moda italiana introduciendo elementos atrevidos, elegantes y lisos. Gianni Versace, en particular, fue uno de los mayores pioneros de la moda italiana al animar a las mujeres a las que vestía a ser poderosas, sexys e intimidantes. En la cúspide de su éxito, cultivó un grupo de fieles supermodelos de los 90, como Naomi Campbell, Christy Turlington, Helena Christensen y Cindy Crawford, que le sirvieron de musas y cuyo ascenso meteórico en la industria fue un reflejo del suyo. Cuando Versace fue asesinado en Miami el 15 de julio de 1997, dejó las riendas de la casa Versace a su hermana, Donatella, que sigue teniendo el control creativo a día de hoy.
Tras la muerte de Versace, la industria de la moda dio otro giro hacia el nuevo milenio. En los últimos 20 años, la moda ha experimentado cambios drásticos, como la reinvención de su imagen por parte de varias marcas y la aparición de nuevas firmas. Bajo la dirección del diseñador Alessandro Michele desde 2015, Gucci ha experimentado importantes transformaciones creativas que contrastan fuertemente con la imagen sexy y elegante de Tom Ford durante los años 90. Moschino, por su parte, se ha hecho famosa por el uso de motivos que hacen referencia a fenómenos de la cultura pop de colecciones pasadas. Bajo el mando del diseñador Jeremy Scott, la excéntrica marca ha cosechado controversia a lo largo de los años gracias a su capacidad para burlarse de la industria de la moda (su desfile de primavera/verano 2019 tuvo infamemente modelos con diseños «inacabados»). Scott tampoco es de los que rehúyen de la política: para su campaña de otoño/invierno de 2018, atrajo la ira al hacer que las modelos se maquillaran de «extranjero ilegal» como comentario a las políticas de inmigración del presidente Trump.
Los principales diseñadores italianos, como Pierpaolo Piccioli en Valentino, Maria Grazia Chiuri en Dior y Riccardo Tisci en Givenchy (y ahora en Burberry) han reinventado las casas de moda clásicas al seguir produciendo colecciones glamurosas que marcan la pauta de la calidad en el ámbito de la alta costura, al tiempo que siguen demostrando que la moda italiana es influyente en cualquier aspecto y ha moldeado de forma significativa el mundo de la moda tal y como lo conocemos.
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