La guerra civil
Un bando puede empezar una guerra, pero se necesitan dos para terminarla. Los bolcheviques descubrieron que este principio se aplicaba a ellos mismos después de octubre, cuando esperaban desengancharse rápidamente de la Primera Guerra Mundial. De los tres puntos de su eficaz eslogan – «Paz, tierra y pan»- el primero resultó ser el más difícil de realizar. Trotsky, el negociador bolchevique de lengua de plata, había dado conferencias a los alemanes y austriacos sobre la filosofía de Georg Hegel y otros temas abstrusos en Brest-Litovsk. Pensó que tenía el tiempo a su favor. Esperaba noticias de la revolución en Berlín y Viena. Nunca llegaron, y los bolcheviques se encontraron a merced de los alemanes. La cuestión de la paz o la guerra desgarró a los bolcheviques. Lenin era partidario de la paz a cualquier precio, pues creía que era un mero acuerdo provisional antes de la inevitable revolución. Nikolay Bujarin, un bolchevique de izquierdas en el primer periodo soviético, quería la guerra revolucionaria, mientras que Trotsky no quería ni la guerra ni la paz. Trotsky creía que los alemanes no tenían el músculo militar para avanzar, pero lo hicieron, y finalmente se impuso a Rusia la durísima paz del tratado de Brest-Litovsk. Los revolucionarios socialistas abandonaron la coalición y algunos recurrieron al terrorismo, cuyo objetivo era la dirección bolchevique. Ucrania cayó bajo la influencia alemana y los mencheviques se impusieron en el Cáucaso. Sólo una parte de Rusia -Moscú, Petrogrado y gran parte del corazón industrial- estaba bajo control bolchevique. El campo pertenecía a los revolucionarios socialistas. Dado el deseo bolchevique de dominar toda Rusia y el resto del antiguo imperio zarista, la guerra civil era inevitable.
El Ejército Rojo se formó en febrero de 1918, y Trotsky se convirtió en su líder. Este hombre demostró una gran capacidad de liderazgo y habilidad militar, convirtiendo a una chusma en una formidable fuerza de combate. Los rojos tenían la oposición de los «blancos», anticomunistas dirigidos por antiguos oficiales imperiales. También estaban los «verdes» y los anarquistas, que luchaban contra los rojos y eran más fuertes en Ucrania; el líder más talentoso de los anarquistas era Néstor Makhno. Los aliados (Gran Bretaña, Estados Unidos, Italia y otros países) intervinieron en el bando blanco y proporcionaron mucho material y financiación. Los bolcheviques controlaban el corazón industrial de Rusia y sus líneas de comunicación eran cortas. Las de los blancos, que estaban dispersos hasta el Pacífico, eran largas. Los rojos reclutaron a muchos oficiales ex-tsaristas, pero también produjeron muchos de los suyos. A mediados de 1920 los rojos habían consolidado su dominio sobre el país.
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