En las primeras etapas de la vida, cuando un bebé forma un vínculo con su madre, ¿qué determina con quién forma ese primer vínculo, una conexión que permanecerá con él durante el resto de su vida?

Un ornitólogo austriaco nos mostró cómo se deja una impresión duradera en nosotros de nuestro cuidador durante los primeros momentos en que abrimos los ojos y miramos a nuestro alrededor. Se refirió a esto como impronta, un concepto que también se ha identificado como una influencia sobre la forma en que las personas eligen a sus potenciales parejas en forma de impronta sexual.1

En este artículo, analizaremos en profundidad ambas formas de impronta, junto con sus implicaciones para nuestras relaciones más adelante en la vida, junto con las aplicaciones prácticas de la impronta en el mundo real.

La impronta

La idea de la impronta fue descubierta por el biólogo inglés Douglas Spalding, quien, mientras observaba el comportamiento de polluelos y pollos adultos, observó la «impronta» de la impresión dejada por el primer objeto en movimiento que un polluelo veía. En muchas aves y mamíferos, el primer movimiento que ven los recién nacidos es el de la madre y, como observó Spalding, los polluelos seguirían a su madre como resultado (Spalding, 1873).2

¿Qué distingue una impresión «estampada» de cualquier otro recuerdo u observación que los polluelos hayan presenciado?

Una característica clave de la impronta es que debe ocurrir durante un período crítico del desarrollo de un animal (en el caso de las aves de Spalding, el primer objeto en movimiento visto). La ausencia de la madre, o las anomalías durante este período crítico, pueden conducir a la ausencia de la huella, y potencialmente a la falta de una figura materna que la siga.

Huellas filiales

La impresión duradera observada por Spalding fue identificada por primera vez como «huella» por el biólogo alemán Oskar Heinroth (1871-1945). Sin embargo, fue el alumno de Heinroth, el ornitólogo austriaco Konrad Lorenz (1903-1989), cuyos estudios con gansos popularizaron la idea de la impronta filial, es decir, la huella que se crea entre el cuidador y el bebé.

VIDEO: https://www.youtube.com/watch?v=JGyfcBfSj4M – Cuando Lorenz fue la primera criatura que vieron sus gansos al nacer, se creó una huella duradera y le siguieron como si fuera su madre.

Lorenz (1935) dividió un conjunto de huevos de ganso greylag en dos grupos. Permitió que el primer grupo fuera incubado normalmente por la madre ganso y, tras la eclosión, ella fue el primer objeto en movimiento que los gansos vieron y del que formaron una huella.

El segundo grupo de huevos demostró la impronta de una forma más sorprendente. Lorenz incubó artificialmente los huevos, separado de la madre, y se aseguró de estar presente cuando los huevos eclosionaron. Como resultado, él fue la primera presencia en movimiento que experimentaron los gansos del segundo conjunto.

Tal y como el imprinting habría predicho, las crías de gansos empezaron a seguir a Lorenz como si fuera su madre, sin tener en cuenta que no se parecía ni era de la misma especie que las aves.3

Gansos y crías
Las crías de gansos forman una huella del primer objeto en movimiento, la madre, y la siguen durante su desarrollo.

Más allá de los estudios relativamente incontrolados de Lorenz sobre los gansos, ¿qué más sabemos sobre la impronta y por qué es tan importante en el desarrollo cognitivo de los animales?

La importancia de la impronta filial en los seres humanos y otros animales es inequívoca: el reconocimiento de una figura materna da a los animales una ventaja de supervivencia al saber en quién pueden confiar y de dónde pueden obtener comida. Para los patitos, que permanecen con su madre hasta que son capaces de sobrevivir solos en la naturaleza, la impronta es una habilidad esencial incorporada de la que no pueden prescindir.

¿Cómo se produce la impronta?

En Memoria, impronta y cerebro, el biólogo Gabriel Horn publicó los resultados de una investigación sobre cómo se produce la impronta en el cerebro de las aves. Horn afirmó que, para que se produzca la impronta, debe permitirse la actividad en el ventral hiperestriado. De hecho, si éste se daña o se elimina, los pájaros serán incapaces de formar huellas cuando vean a sus madres (Horn, 1985).4 Sin embargo, como la investigación de Horn era específica de la anatomía del cerebro de las aves, es de poca ayuda para nuestra comprensión de la impronta humana.

La impronta en la práctica

Los principios de la impronta se han puesto en práctica incluso fuera del entorno experimental, sobre todo para enseñar a las aves una ruta de migración en ausencia de una figura materna que las guíe.

En 2003, un conjunto de grullas siberianas en peligro de extinción estaban siendo criadas en cautividad en la Reserva Natural de Oka, en las afueras de Moscú, Rusia. Las aves tenían que emigrar al Mar Caspio, a unos 5.000 kilómetros de su hogar, pero la experiencia del viaje no se había transmitido como podría haberse hecho en la naturaleza. En lugar de ello, los pájaros quedaron marcados por el ala delta Angelo d’Arrigo, cuyo avión fue el primer objeto que vieron al nacer. El ala delta se convirtió en el sustituto materno de los pájaros, y d’Arrigo voló hasta el mar Caspio con los pájaros persiguiéndole.

Impresión de la preferencia sexual

Las implicaciones de la impresión van más allá de las personas con las que formamos vínculos de dependencia. Las investigaciones también indican que la impronta ayuda a determinar nuestras preferencias sexuales cuando somos adultos con respecto a la búsqueda de una pareja, mostrándonos las características que debemos buscar en una pareja potencial. Este tipo de aprendizaje es distinto de la impronta filial y se denomina por separado impronta sexual.

En un estudio realizado en 1977 por James Gallagher, se expuso a codornices japonesas macho a hembras albinas o no albinas durante días para que se produjera la impronta. La mayoría de las codornices seleccionaban entonces una pareja en concordancia con el tipo de hembra impresa anteriormente, buscando las características visuales que observaban en la figura materna (Gallagher, 1977).5

En 2006, un experimento llevó esto un paso más allá y descubrió que los animales suelen buscar características en una pareja que son exageraciones de las que se ven durante la impronta. Se utilizó esmalte de uñas para pintar los picos de los pinzones cebra. Se observó a los pájaros que criaron seleccionando una pareja y se descubrió que elegían a las hembras cuyo color de pico era un color exagerado del de los padres impresos (Cate, Verzijden y Etman, 2006).6

Dado que el apareamiento y la reproducción están influenciados por factores biológicos como los genes y las hormonas, podríamos esperar que la preferencia sexual estuviese cableada en lugar de estar determinada por el comportamiento durante el desarrollo postnatal.

Sin embargo, en un estudio de hermafroditas, cuyo género biológico y la identidad de género autopercibida eran ambiguos, Money et al encontraron que la identidad de género final de los participantes estaba determinada más por el género impreso socialmente que por la identidad sugerida por factores anatómicos o genéticos, generalmente incluso cuando esta última era diferente (Money, Hampson y Hampson, 1957).7

El estudio de Money et al y numerosos estudios posteriores han hecho hincapié en la influencia del entorno de una persona y sus experiencias durante el período crítico de desarrollo en su identidad y comportamiento finales, en lugar de que la biología de uno determine su género desde el nacimiento. Sin embargo, la mera presencia de un miembro de la familia no es el único factor que influye en la impronta: la calidad de las relaciones que se establecen entre un bebé y su cuidador puede afectar al proceso de impronta sexual.

Un estudio investigó la relación entre las niñas adoptadas y sus padres adoptivos y descubrió que, cuando esas relaciones proporcionaban un entorno emocional de apoyo a las niñas, era más probable que eligieran una pareja que se pareciera más al padre adoptivo que aquellas con una relación menos empática (Bereczkei, Gyuris y Weisfeld, 2004).8

El efecto Westermarck

Aunque la impronta filial sirve como instinto de supervivencia, ayudando a un animal a identificar y recordar a su cuidador, podríamos cuestionar si el proceso de impronta sexual tiene algún propósito práctico. ¿Por qué hay que buscar las características de un padre en las parejas de sus hijos? ¿No fomentaría esto el incesto si un animal se aparea con una pareja genética demasiado cercana? De hecho, una teoría propuesta por Edvard Westermarck en La historia del matrimonio (Westermarck, 1891) parece contradecir cualquier ventaja evolutiva de la impronta sexual. En lo que ahora se conoce como el efecto Westermarck, observó que las personas tienden a desarrollar una pasividad hacia las personas de su entorno cercano y tenderán a buscar pareja fuera de su círculo social.9

Importancia de la experiencia

Investigaciones recientes han destacado la importancia de la experiencia sobre la mera observación para que se produzca la impronta. David C. Rowland, investigador de la Universidad de Oregón, lo demostró en un experimento con ratas (Rowland, 2011). Las ratas fueron colocadas en una caja y pudieron ver pero no acceder a una caja exterior. Después de haber observado las cajas, se inyectó a algunas de las ratas con solución salina y a otras con una sustancia química que bloquea los receptores NMDA, lo que limitó la creación de nuevos recuerdos. A continuación, se permitió a todas las ratas experimentar la caja exterior, caminando a su alrededor e investigando el nuevo entorno.

Rowland monitorizó la actividad neuronal de las ratas en la zona del hipocampo de sus cerebros y descubrió que las ratas procesaban la caja exterior como un entorno completamente nuevo. Esto demuestra que, para que un recuerdo se imprima correctamente, necesitamos experimentarlo de primera mano.10 Por ejemplo, puede parecer más fácil recordar una ruta de conducción cuando se ha conducido y se ha experimentado, en comparación con la simple comprobación de la ruta en un mapa, aunque la ruta sea la misma.

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