En ciencias sociales, la identidad es entendida como la expresión que una persona tiene de sí misma, en base a lo que es y a cómo se considera frente a los demás. Gracias a la idea que una persona elabora sobre sí misma no sólo puede darse a conocer ante el resto de los miembros de una sociedad sino que además puede determinar a qué grupo pertenece y a cuáles no. Por este motivo, no resulta extraño ver a este concepto fuertemente asociado con terminologías como cultura o conciencia de clase.

Se trata de un concepto teórico que se utiliza para comprender más cabalmente por qué existe la discriminación entre grupos. Dentro de él, a su vez, es posible encontrar cuatro componentes bien diferenciados. El primero de ellos corresponde a la categorización, es decir, a la habilidad que poseen los seres humanos de clasificar y nombrar en base a distinciones positivas o negativas que permiten establecer diferencias culturales, lingüísticas, étnicas, laborales o religiosas.

Identidad

El segundo de estos componentes es la identificación, una facultad que les permite a los individuos reconocerse adentro o afuera de determinado grupo de pertenencia, lo que a su vez contribuye a reforzar su autoestima. El tercer componente es la comparación, una actividad que consiste en la contrastación de caracteres específicos entre grupos, buscando un aspecto que favorezca al conjunto que efectúa la comparación. Finalmente, la distinción psicosocial constituye el último paso en el que una persona modela su identidad de manera positiva.

El resultado de esta distinción psicosocial se ha visto muchas veces asociado al término «identidad cultural». La identidad cultural no es más que el conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y formas de concebir el mundo compartidos dentro de un mismo grupo social, que les permite a las personas reafirmar su sentido de la pertenencia y, a su vez, diferenciarse de las normas y los intereses que impone la cultura dominante. Es decir, que la identidad cultural actúa como una suerte de contrahegemonía.

La identidad cultural se construye en una interacción mutua entre el individuo y la sociedad. Por un lado, los actores sociales llevan a cabo un proceso de individualización que otorga sentido a prácticas determinadas, mientras que, por otro lado, la sociedad, a través de la cultura dominante, impone una serie de conductas que sólo adquieren valor simbólico en tanto y en cuanto los individuos deciden interiorizarlas. Así, pueden reconocerse a las instituciones sociales y a los individuos como participantes activos en la creación de la identidad.

Partiendo de este supuesto, es posible identificar una postura que define a la identidad por oposición. Esta teoría supone que la identidad cultural no sólo es reconocida por nuclear a un conjunto de individuos, sino también, por oponerse a otras culturas. De este modo, es natural que una persona se considere dentro de un grupo social sólo si carece de las características propias que determinan a otra cultura, y en esta autodefinición por ausencia de caracteres es que se construye la otredad, necesaria para sostener la dicotomía nosotros/ellos.

Sinónimos de identidad

identificación, personalidad, filiación

Categorías: Articles

0 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *