He Got Game, de Spike Lee, es una exploración bellamente rodada y bien ejecutada del papel que juega el deporte del baloncesto en la relación entre un padre y su hijo distanciado. Al principio, al no haber visto muchas otras películas de Spike Lee, no sabía realmente qué esperar o con qué comparar esta película. Sin embargo, me sorprendió gratamente la calidad general de la trama y la cinematografía que componen esta película. Además, me gustó mucho el sentido definitivo del estilo de Spike que era bastante evidente a lo largo de toda la película.
Contada a través de flashbacks que revelan la trama a lo largo del curso de la película, He Got Game trata sobre Jake Shuttlesworth (Denzel Washington) y su hijo estrella del baloncesto, Jesus (Ray Allen). Jake está en la cárcel en circunstancias misteriosas, pero puede salir de ella si es capaz de convencer a Jesus de que elija jugar al baloncesto en una escuela concreta, concretamente el alma mater del gobernador del estado. Liberado durante una semana para poder completar la ardua tarea, es acosado por los agentes de la libertad condicional, y hace un montón de cosas que no podría hacer en la cárcel, como tener un ligero escarceo con el personaje de la prostituta ligeramente innecesaria de Milla Jovovich, Dakota Burns. Denzel, como de costumbre, maneja de forma excelente su papel de padre intenso, y es totalmente creíble tanto en sus escenas cargadas de emoción como en las violentas y furiosas.
El retrato de Jesús por parte de Ray Allen es también un uso interesante y bien interpretado de la fuerte dicotomía de la masculinidad en el deporte del baloncesto. Muestra claramente el lado más puro y tierno de su personaje a través del amor que siente por su hermana pequeña, con la que vive y cuida. Sin embargo, está dividido entre eso y el mundo brillante e infestado de vicios al que su habilidad en el baloncesto le acerca cada vez más. A veces, incluso, sucumbe a las empalagosas estratagemas de los demás, y hay una escena particularmente lasciva como prueba de ello. Allen deja ver con cuidado y tranquilidad los conflictos entre la sensibilidad y el machismo que existen en su vida, a raíz del baloncesto.
Probablemente una de las formas más interesantes en las que está montada esta película es a través del uso de planos comparativos que permiten mostrar las similitudes de las acciones de Jake y Jesús. Jesús se esfuerza por distanciarse de su padre, pero los planos y el encuadre de la cámara muestran lo parecidos que son ambos en realidad. También me gustó especialmente el uso del color y los contrastes que aparecen a lo largo de la película. Por ejemplo, cuando Jesús y su novia descarriada LaLa (Rosario Dawson) hablan al final de la película, los rostros de ambos reflejan vívidamente un tono de verde celoso procedente de las luces del parque de atracciones.
En general, esta película es una muy buena vuelta de tuerca a la película deportiva de baloncesto, aunque sin enormes estadios ni grandes partidos para ganar el campeonato, como lo que suele ser una película de baloncesto. En su lugar, los dos personajes principales pasan por mucho autoanálisis y maduración introspectiva, algo que es bastante raro que hagan los hombres que juegan al deporte en el cine. Me gustó el fuerte uso del color y las tomas bien encuadradas, y disfruté especialmente de la melancólica interpretación de Denzel Washington. Un clásico, una película imprescindible para cualquier persona interesada en la cinematografía o el cine.

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