Un inusual caso médico da un nuevo significado a la frase sangre, sudor y lágrimas.
Según un estudio de caso publicado el lunes en la revista de la Asociación Médica Canadiense, una mujer italiana de 21 años ingresó en una sala médica quejándose de un extraño -y horrible- síntoma: llevaba tres años sangrando de forma intermitente por la cara y las palmas de las manos, aparentemente sin causa. No tenía ninguna rotura visible en la piel, y los episodios de sangrado comenzaban a veces sin previo aviso, aunque a menudo se intensificaban en momentos de estrés. La mujer se había aislado socialmente como consecuencia de su enfermedad.
Aunque los médicos la trataron por síntomas de trastorno depresivo mayor y trastorno de pánico, los exámenes físicos de la mujer resultaron normales. Sin embargo, la hemorragia persistía. Finalmente, los médicos llegaron a un diagnóstico poco frecuente -y algo controvertido-: hematohidrosis, o «sudoración de sangre». Fue tratada con propranolol, un betabloqueante que se utiliza habitualmente para regular la presión arterial y el ritmo cardíaco, y aunque la hemorragia no se detuvo por completo, el tratamiento condujo a una «marcada reducción» de los síntomas, según el artículo.
La hematohidrosis es extremadamente rara, pero no es nada nuevo. La Biblia menciona a Jesús sudando sangre, y los casos observados se remontan al siglo III antes de Cristo, según la historiadora médica y hematóloga Jacalyn Duffin, que escribió un comentario que acompañó al nuevo artículo. No obstante, los médicos aún desconocen muchas cosas sobre la hematohidrosis, incluida la razón por la que se produce. De hecho, hay tanta incertidumbre que algunos médicos no creen que sea un diagnóstico válido. Incluso el artículo señala que «no hay una única explicación del origen de la hemorragia», y que la hipótesis actual -que la sangre pasa a través de las glándulas sudoríparas debido a «constricciones y expansiones anormales» de los vasos sanguíneos cercanos- no ha sido probada definitivamente.
Duffin cree que la afección es real, aunque mal entendida. «Irónicamente, para un mundo cada vez más secular, la antigua asociación de la hematohidrosis con el misterio religioso puede hacer que su existencia sea más difícil de aceptar», escribe. «Parece que los humanos sí sudan sangre, aunque con mucha menos frecuencia de forma literal que metafórica».
Escribe a Jamie Ducharme en [email protected].
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