Un manifiesto de los que comen
La comida. Hay mucha y a todos nos gusta comerla. Así que, ¿por qué alguien tendría que defenderla?
Porque la mayor parte de lo que consumimos hoy en día no es comida, y la forma en que la consumimos -en el coche, delante de la televisión y cada vez más solos- no es realmente comer. En lugar de alimentos, consumimos «sustancias comestibles similares a los alimentos», que ya no son productos de la naturaleza sino de la ciencia alimentaria. Muchos de ellos vienen empaquetados con declaraciones de salud que deberían ser nuestra primera pista de que son cualquier cosa menos saludables. En la llamada dieta occidental, los alimentos han sido sustituidos por los nutrientes, y el sentido común por la confusión. El resultado es lo que Michael Pollan llama la paradoja americana: cuanto más nos preocupamos por la nutrición, menos saludables parecemos ser.
Pero si la comida real -el tipo de comida que nuestras bisabuelas reconocerían como alimento- necesita ser defendida, ¿de quién necesita ser defendida? De la industria alimentaria, por un lado, y de la ciencia nutricional, por otro. Ambos ganan mucho con la confusión generalizada sobre qué comer, una pregunta que durante la mayor parte de la historia de la humanidad la gente ha podido responder sin ayuda de expertos. Sin embargo, la profesionalización de la alimentación no ha conseguido que los estadounidenses estén más sanos. Treinta años de consejos nutricionales oficiales no han hecho más que enfermarnos y engordar, al tiempo que han arruinado innumerables comidas.
Pollan propone una nueva (y muy antigua) respuesta a la pregunta de qué debemos comer que se reduce a siete palabras sencillas pero liberadoras: Coma alimentos. No demasiado. Sobre todo plantas. Al instarnos a volver a comer alimentos, desafía el enfoque predominante de nutriente por nutriente -lo que él llama nutricionismo- y propone una forma alternativa de comer que se basa en las tradiciones y la ecología de los alimentos reales, bien cultivados y no procesados. Nuestra salud personal, argumenta, no puede separarse de la salud de las cadenas alimentarias de las que formamos parte.
En defensa de la comida nos muestra cómo, a pesar del desalentador panorama dietético al que se enfrentan los estadounidenses en el supermercado moderno, podemos escapar de la dieta occidental y, al hacerlo, de la mayoría de las enfermedades crónicas que la dieta provoca. Podemos volver a aprender qué alimentos son saludables, desarrollar formas sencillas de moderar nuestro apetito y devolver la alimentación a su contexto adecuado: fuera del coche y de vuelta a la mesa. El vigoroso y elocuente manifiesto de Michael Pollan nos muestra cómo podemos empezar a tomar decisiones alimentarias meditadas que enriquecerán nuestras vidas, ampliarán nuestro sentido de lo que significa estar sano y devolverán el placer a la alimentación.
El último libro de Pollan, El dilema del omnívoro, inició una conversación nacional sobre el modo de alimentación estadounidense; ahora En defensa de la comida nos muestra cómo cambiarlo, comida a comida.
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