Hace cuatro días, el Dow Jones Industrial Average cayó 2.353 – lo que era, en ese momento, la peor caída de puntos en un solo día de la historia. Ese récord no duró mucho.
El lunes, el Dow cayó cerca de 2.997,10 puntos, batiendo el sombrío récord que los mercados establecieron apenas unos días antes.
Para ser justos, una explicación parcial de por qué estas dos caídas masivas se produjeron tan juntas es que el precio general del Dow -cerró en 20.188,52 el lunes- es alto para los estándares históricos. Pero el desastre de casi 3.000 puntos que sufrieron las acciones el lunes le costó al Dow casi el 13% de su valor total.
Es el peor día de negociación en términos porcentuales desde el desplome del «lunes negro» de 1987, cuando el Dow sufrió un recorte del 22%.
Hasta hace poco, los mercados parecían ser fuertes: el Dow coqueteó con el umbral de los 30.000 puntos a finales de febrero. Pero los temores a la pandemia de coronavirus y su impacto en la economía mundial han desatado el pánico tanto en los mercados estadounidenses como en el extranjero.
Tampoco hay motivos para sospechar que las cosas mejoren notablemente antes de que empeoren, ya que la respuesta de la administración Trump a la pandemia de coronavirus ha sido en gran medida incompetente.
La administración desmanteló gran parte de la infraestructura permanente del gobierno federal para hacer frente a una pandemia mundial. Y ha desplegado las pruebas para la enfermedad con más lentitud que nuestros países pares. Es probable que estos fallos agraven los efectos económicos del virus.
Así, aunque hay que tener en cuenta que los mercados suelen ser un mal indicador de la salud económica general de la nación, hay buenas razones para esperar que Estados Unidos -y el mundo en su conjunto- esté entrando en una fuerte recesión económica que pronto se sentirá mucho más allá del mercado de valores.
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