Otro aspecto importante del desarrollo emocional, el temperamento, tiene que ver con el estado emocional y social general de los bebés. El temperamento se refiere a la personalidad innata de los bebés; el patrón general de cómo los bebés reaccionarán e interactuarán con su entorno que está presente desde el nacimiento. Dos teóricos, Thomas y Chess, investigaron ampliamente el temperamento infantil a finales de los años setenta. Según su teoría, cada bebé es diferente y único en su forma de reaccionar ante el entorno, y este patrón de reacción es innato, no se aprende y está presente desde el nacimiento. Asimismo, cada padre es único en su propia personalidad. A menudo, la adecuación o compatibilidad entre los temperamentos de los bebés y las propias personalidades de los cuidadores afectará a la calidad de las relaciones entre el niño y el cuidador. Los cuidadores que se informan sobre cómo los temperamentos de los bebés pueden afectar a la relación entre ellos y sus bebés, adquieren el conocimiento necesario para modificar el entorno de los bebés de manera que se adapte mejor a sus temperamentos naturales y, en el proceso, hacer la vida más fácil para todos.
Según Thomas y Chess, hay tres tipos generales de temperamentos en los niños: fácil, lento-caliente y difícil. Los niños fáciles suelen ser niños alegres y activos desde su nacimiento y se adaptan fácilmente a nuevas situaciones y entornos. Los niños lentos para calentar son, por lo general, bebés apacibles y menos activos desde su nacimiento, y pueden tener algunas dificultades para adaptarse a nuevas situaciones. Los niños difíciles tienen hábitos irregulares y rutinas biológicas (por ejemplo, comer, dormir), tienen dificultades para adaptarse a nuevas situaciones y suelen expresar estados de ánimo negativos de forma muy intensa. Como sugiere el nombre de la categoría, estos niños son los más difíciles de satisfacer para los cuidadores y de mantener la energía y la alegría para cuidar a diario.
Thomas y Chess identificaron nueve dimensiones o cualidades que ayudan a indicar el temperamento, entre ellas: nivel de actividad, ritmicidad, distracción, acercamiento o retraimiento, adaptabilidad, capacidad de atención y persistencia, intensidad de reacción, umbral de respuesta y calidad del estado de ánimo. Al observar estas dimensiones, los cuidadores no sólo pueden determinar cómo es el temperamento de sus bebés, sino que también pueden identificar formas de interactuar y tratar ciertos aspectos de su temperamento para fomentar un entorno enriquecedor para ese niño e incluso prevenir muchas complicaciones antes de que surjan.
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