La ASPCA se opone firmemente a la desgarradura de los gatos para la conveniencia de sus dueños o para prevenir daños a la propiedad del hogar. Las únicas circunstancias en las que debería considerarse el procedimiento son aquellas en las que se han explorado completamente todas las alternativas de comportamiento y ambientales, han demostrado ser ineficaces, y el gato corre un grave riesgo de eutanasia.
Las garras de los gatos son una parte vital de su arsenal tanto para el ataque como para la defensa. Las utilizan para capturar presas y para resolver disputas o escapar de otros animales o personas que les hacen daño o les amenazan.
Como parte de sus rituales diarios, los gatos tiran instintivamente de las garras de sus patas delanteras a través de superficies que ofrecen resistencia. Lo hacen para marcar su territorio, ejercitar los músculos que normalmente utilizan en la caza, aliviar el estrés y eliminar las vainas desgastadas de sus uñas.
La desgarradura de los gatos, u onicectomía, es la amputación del último hueso digital, incluyendo el lecho ungueal y la garra, de cada dedo delantero. Si la cirugía se realiza correctamente y se elimina todo el lecho ungueal, la garra no puede volver a crecer. La cirugía conlleva el riesgo de anestesia, sangrado excesivo y complicaciones postoperatorias, incluida la infección, y va acompañada de un dolor que puede durar desde varios días hasta mucho más tiempo, a menos que se proporcione un control adecuado del dolor.
Existen diversas alternativas para controlar el comportamiento natural de arañar y prevenir las lesiones provocadas por los arañazos del gato. Éstas incluyen cortar las uñas del gato con regularidad para despuntar las puntas, proporcionar almohadillas para arañar, postes y otras estructuras atractivas para el gato y emplear técnicas de modificación de la conducta para inducir al gato a utilizarlas, utilizar elementos disuasorios como cinta adhesiva de doble cara (por ejemplo, Sticky Paws®) para proteger el mobiliario y cubrir las garras con almohadillas temporales blandas (por ejemplo, Soft Claws®). Los propietarios también deben estar familiarizados con el comportamiento de los gatos y con las técnicas de manipulación adecuadas para evitar que los arañen.
Debido a que la eliminación de las garras no ha demostrado ser un método eficaz para mejorar otros problemas de comportamiento, incluida la agresividad hacia las personas u otros gatos, nunca debe utilizarse como remedio conductual o como medida preventiva. Los problemas de comportamiento deben ser discutidos con expertos en comportamiento capacitados, que pueden recomendar técnicas que son eficaces en el manejo de los problemas de comportamiento felino.
No consideramos que el potencial de exposición a las enfermedades zoonóticas de los arañazos de los gatos (incluso en los hogares con personas inmunocomprometidas) sea una justificación válida para quitar las garras a un gato residente. En particular, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y el Servicio de Salud Pública de EE.UU., al ofrecer recomendaciones para reducir el riesgo zoonótico asociado a las mordeduras de mascotas y a la exposición a la saliva, la orina y las heces de las mascotas, sugieren medidas sencillas como el saneamiento, la higiene, la selección cuidadosa de las mascotas y los cambios en el contacto con los animales. Estas recomendaciones no incluyen la eliminación de las garras.
La legislación para ilegalizar la eliminación de las garras, aunque bien intencionada, puede ser problemática, ya que, en raros casos, el procedimiento puede estar justificado como último recurso para evitar la eutanasia. Además, no hay una manera significativa de hacer cumplir una ley que incluya esta excepción.
Por lo tanto, creemos que es responsabilidad de los veterinarios informar a sus clientes de los métodos alternativos, no quirúrgicos, para tratar el arañazo destructivo, incluyendo la derivación a un conductista de animales. Antes de realizar la cirugía para evitar la eutanasia, el veterinario debe explicar detalladamente al propietario el dolor, la permanencia y las complicaciones del procedimiento. Los veterinarios deben negarse a realizar procedimientos de eliminación de garras, excepto en el raro caso de que se hayan agotado todas las demás alternativas humanitarias.
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