El actor Kevin Spacey aprovechó la conferencia MacTaggart de 2013 para implorar a los ejecutivos de la televisión que den al público «lo que quiere cuando lo quiere. Si quieren darse un atracón, deberíamos dejarles hacerlo». Afirmó que las historias de alta calidad retendrán la atención de la audiencia durante horas y horas, y pueden reducir la piratería, aunque millones de personas siguen descargando contenidos ilegalmente. Los atracones de «televisión compleja y de calidad», como The Wire y Breaking Bad, se han comparado con la lectura de más de un capítulo de una novela en una sola sesión, y algunos los consideran una «forma inteligente y contemplativa» de ver la televisión. Un estudio reciente descubrió que, mientras se realiza el binge-watching, la gente se siente «transportada» al mundo del programa, lo que aumenta el disfrute de su visionado y hace que lo vean con más frecuencia y durante más tiempo.
El director de televisión del ITV, Peter Fincham, advirtió que el binge-watching erosiona el «valor social» de la televisión, ya que hay menos oportunidades de anticiparse a los futuros episodios y comentarlos con los amigos. Sin embargo, las investigaciones han demostrado que el binge-watching intensivo no implica necesariamente un menor compromiso social. Un estudio reveló todo lo contrario, ya que los grandes consumidores de atracones pasaban más tiempo interactuando con amigos y familiares a diario que los que no lo hacían. Los grandes consumidores de atracones son utilizados por otros como fuentes de opinión sobre qué programas ver y a menudo participan en conversaciones sobre programas de televisión tanto en línea como fuera de ella.
Una investigación realizada en la Universidad de Texas en Austin descubrió que ver atracones de televisión está correlacionado con la depresión, la soledad, la deficiencia de autorregulación y la obesidad. «Aunque algunas personas argumentan que el «binge-watching» es una adicción inofensiva, los hallazgos de nuestro estudio sugieren que el «binge-watching» no debería seguir siendo visto de esta manera», concluyen los autores. Ya se han registrado casos de personas tratadas por «adicción al binge watching».
Una investigación publicada por la doctora Anne Sweet, especialista en medios de comunicación, subraya que el binge-watching es una forma de consumo compulsivo, similar a los atracones de comida o de bebida, y que debido a sus aspectos adictivos, podría incluso representar una forma de adicción a la televisión. Estos hallazgos fueron problematizados por Pittman y Steiner (2019), quienes descubrieron que «el grado en que un individuo presta atención a un programa puede aumentar o disminuir el arrepentimiento posterior, dependiendo de la motivación para el binge-watching».»
Una investigación realizada por el Dr. Emil Steiner, académico de los medios de comunicación, en la Universidad de Rowan, aisló cinco motivaciones para el binge-watching (ponerse al día, relajación, sensación de finalización, inclusión cultural y mejora de la experiencia de visualización). El autor concluye que, aunque la compulsividad es posible, la mayoría de los televidentes que se dan atracones tienen una relación ambivalente con el naciente comportamiento tecno-cultural. Además, sostiene que la negociación del control en el binge-watching está cambiando nuestra comprensión de la cultura televisiva.
Una investigación realizada por el laboratorio Technicolor en 2016 descubrió que una sesión de binge-watching sí aumenta la probabilidad de otra sesión de binge-watching en un futuro próximo. Mientras tanto, la mayoría de la gente no tendrá inmediatamente otra sesión de binge-watching. Esto indica que el binge-watching no es un comportamiento consistente para los consumidores de vídeo bajo demanda en el mundo real.
Terminar una nueva temporada de un programa a las 24 horas de su estreno se ha convertido en algo habitual. Según una encuesta realizada en 2018 a adultos que ven la televisión, el 29% declaró haberlo hecho. Entre los que tienen entre 18 y 29 años, la cifra aumenta hasta el 51%.
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