San Agustín de Hipona (Aurelius Augustinus, 354-430 CE) fue el primer filósofo importante de la era cristiana. Fue obispo de Hipona Regia en Numidia durante los años de decadencia del Imperio Romano, y su obra más famosa, La Ciudad de Dios, describió lo que él creía que era la causa de esta decadencia. En sus obras también abordó cuestiones como el pecado original o el libre albedrío, y sus ideas tendrían un profundo efecto no sólo durante su vida, sino también en el desarrollo de la iglesia medieval y, más tarde, en los teólogos de la Reforma Protestante. Es reconocido como santo y doctor de la Iglesia por su contribución a la teología.
Vida temprana
Augustino nació en el año 354 de la era cristiana en la ciudad de Tageste, Numidia (actual Argelia), y asistió a la escuela tanto en Madaura como en Cartago, donde estudió gramática y retórica. Mientras que su madre era cristiana, su padre era pagano, convirtiéndose más tarde, posiblemente en su lecho de muerte, al cristianismo. Años más tarde, en sus Confesiones, Agustín admitiría haber llevado una vida de «libertino», llegando a tener un hijo. Es conocido por la cita «Señor, hazme casto, pero todavía no». Desilusionado, rechazó el cristianismo por el estilo de redacción de la Biblia y la crudeza de sus doctrinas, y se volcó en las enseñanzas del profeta persa Mani (216-276 d.C.). El maniqueísmo era una mezcla de budismo, cristianismo, judaísmo y gnosticismo y enseñaba el dualismo del bien y el mal, donde la humanidad era en parte buena pero también en parte mala. Permanecerá como adepto durante más de nueve años, regresando a su ciudad natal para abrir una escuela y luego partiendo para enseñar retórica en Cartago.
Publicidad
En el año 383 d.C. se encontraba de nuevo en una encrucijada, descontento tanto con el maniqueísmo como con la antigua Academia de Platón en Atenas. Viajó a Roma donde consiguió un puesto como profesor municipal de retórica en Milán. Según su propia confesión, cuando regresó a Roma, tuvo una experiencia que cambiaría su vida para siempre: escuchó la voz de Dios. Durante su estancia en Milán, conoció al célebre teólogo monseñor Ambrosio (339-397), que había fusionado el cristianismo con las enseñanzas del filósofo ateniense Platón. Con una conciencia renovada, Agustín comenzó a estudiar los escritos de Platón y Plotino, lo que le llevó a interesarse por el neoplatonismo. Utilizará esta nueva pasión por el neoplatonismo para defender y afirmar la teología cristiana.
En su Ciudad de Dios, Agustín habla con respeto tanto de Sócrates como de Platón. Consideraba a Sócrates como el «primero en canalizar toda la filosofía en un sistema ético para la reforma y regulación de las costumbres.» Consideraba a Platón, discípulo de Sócrates, tanto «notable por su brillantez que ha eclipsado merecidamente a todos los demás» como «un maestro justamente estimado por encima de todos los demás filósofos paganos…» (Gochberg, 639/642). Agustín también volvió a un favorito de la infancia y una fuente de inspiración: el estadista y orador romano Cicerón y su estudio de la filosofía en Hortensius. A la edad de 32 años, volvió al cristianismo, y en el año 387 CE, se bautizó, viajando a Hipona, en el norte de África, donde fue ordenado sacerdote, convirtiéndose en obispo en el año 395 CE.
Publicidad
Obras
Los escritos de Agustín se sitúan en una frontera entre la teología y la filosofía. Autor prolífico, sus principales obras son:
- Confesiones – una obra autobiográfica escrita alrededor del año 400 CE
- La Ciudad de Dios – una obra de 22 volúmenes escrita entre el 413 y el 425 CE
- Retractaciones – una reconsideración de sus obras anteriores.
- Contra los académicos
- Sobre la grandeza del alma
- Sobre el libre albedrío
- Contra Fausto el maniqueo
- Sobre la gracia y el libre albedrío
Escritos menos conocidos incluyen:
¡Suscríbete a nuestro boletín semanal por correo electrónico!
Sus obras eran una justificación filosófica del cristianismo, aunque algunos lo consideraban una herejía. Aunque ambas eran una búsqueda de la verdad, Agustín creía que sólo el cristianismo era la verdad real y, sin la fe, la filosofía nunca podría alcanzar la verdad. Tanto las ideas de Platonio como la filosofía neoplatónica fueron absorbidas por la visión de la Iglesia sobre la naturaleza de la realidad, y sólo a través de la fe se podía alcanzar la verdadera sabiduría. Expresando una opinión que influiría en los futuros racionalistas, Agustín creía que la fe es lo primero y se aclara y apoya en la razón.
Su obra más famosa, La Ciudad de Dios fue escrita tras el saqueo de Roma por los visigodos en el año 410 de la era cristiana. En esta ciudad de Dios, cada individuo es ciudadano de dos mundos diferentes al mismo tiempo. Uno es el reino de Dios, que es inmutable y eterno, el otro, aunque esta idea no era nueva para muchos cristianos, era el reino del mundo inestable. En La Ciudad de Dios, Agustín quiso refutar las alegaciones paganas de que la decadencia del Imperio Romano en Occidente se debía a la deserción del pueblo de las antiguas deidades en favor del cristianismo. En su refutación, Agustín señaló el declive gradual de la moralidad en todo el imperio. Aunque muchos romanos seguían creyendo en su versión del colapso del imperio, Agustín dijo que el éxito del imperio sólo se había debido a su deseo de dominar. Escribió:
Aunque aplastados por el enemigo, no pusisteis freno a la inmoralidad, no aprendisteis ninguna lección de la calamidad; en el fondo de las penas os revolcáis todavía en el pecado. … En la ciudad del mundo tanto los gobernantes dominan como las personas a las que dominan están dominadas por el ansia de dominio, mientras que en la Ciudad de Dios todos los ciudadanos se sirven mutuamente en la caridad. (Gochberg, 630-631)
En resumen, escribió que la historia es el resultado del desarrollo de la voluntad de Dios, donde la gente elige entre la ciudad celestial y la terrenal.
La cuestión del libre albedrío
Una de las áreas en las que Agustín recibió algunas críticas fue en la idea del libre albedrío. Si Dios es omnisciente, ¿cómo puede el ser humano seguir teniendo libre albedrío? Este conflicto rozaba la predestinación, que no era aceptada oficialmente por la Iglesia. No se convertiría en una teoría dominante hasta la Reforma y la aparición de Juan Calvino. Aunque Agustín creía que Dios puede ser omnisciente, esto no tiene ninguna relación con el libre albedrío. Dios permite que exista el mal. De hecho, Agustín identifica dos tipos de mal: el mal moral, como el asesinato o el saqueo humano, y el mal natural, que incluye los terremotos y los maremotos. El mal moral es una elección, y uno debe superar las tentaciones. Ser virtuoso es controlar la propia voluntad, Dios sólo sirve de guía.
Augustino también intentó aclarar el concepto de pecado original. El mal no existía antes de la «caída». Adán y Eva eligieron desobedecer a Dios, y el sufrimiento humano fue el resultado de su desobediencia. Aunque Dios podría haber detenido el desafío de Adán y Eva, habría impedido que la humanidad tuviera libre albedrío. En su Ciudad de Dios, Agustín escribió:
Sobre el Jardín del Edén, la felicidad que fue posible allí, la vida de nuestros primeros padres, su pecado y su castigo, se ha pensado, dicho y escrito mucho. … En realidad, creo haber dicho lo suficiente sobre los problemas realmente grandes y difíciles relativos al origen del mundo, del alma y del género humano. Con respecto a la humanidad he tomado una decisión. Por un lado están los que viven según el hombre; por otro, los que viven según Dios. (Gochberg, 632)
Uno obtiene la recompensa del cielo mientras que el otro recibe el castigo eterno.
Apoya a nuestra organización sin ánimo de lucro
Con tu ayuda creamos contenidos gratuitos que ayudan a millones de personas a aprender historia en todo el mundo.
Conviértete en miembro
Publicidad
Santidad & Legado
En el año 430 de la era cristiana, los vándalos saquearon Hipona, la ciudad natal de Agustín, pero éste no viviría para ver la rendición de su ciudad. Mientras los vándalos asediaban Hipona, Agustín se quedó, negándose a marcharse. Aquejado de fiebre, pidió soledad y reclusión y murió el 28 de agosto de 430. Tras su canonización por el papa Bonifacio VIII (r. 1294-1303 d.C.) como patrón de los cerveceros e impresores, entre otros, la Iglesia católica reconocería el 28 de agosto como su santo.
Tras su muerte y la caída del Imperio Romano de Occidente, Europa entraría en lo que se denomina, según Petrarca, la «Edad Media». Sin embargo, este período también vio el nacimiento de la religión organizada, y la teología de Agustín fue una parte integral del desarrollo no sólo del cristianismo sino también del pensamiento intelectual occidental. Los futuros teólogos leerían la obra de Agustín, y el franco filósofo/teólogo influiría en otros durante años: Boecio, Anselmo, Tomás de Aquino y pensadores de la Reforma como Martín Lutero, Juan Calvino, Cornelio Jansen y Bernardo de Claraval fueron algunos de los influenciados por Agustín, y futuros filósofos como René Descartes, Ludwig Wittgenstein, Schopenhauer y Nietzsche se inspirarían en sus ideas.
0 comentarios