1460: El infante Enrique, conocido por la historia como Enrique el Navegante, muere a los 66 años en Sagres, Portugal. Aunque no era un hombre de mar, el celo de Enrique y su generoso patrocinio de la ciencia, la cartografía y la navegación oceánica abren efectivamente la era de la exploración europea.

Enrique el Navegante era el tercer hijo del rey portugués João I, cuyo ascenso al trono en 1385 dio lugar a un confuso período de luchas civiles y guerras que finalmente aseguraron la independencia de Portugal de Castilla. Sin embargo, los conflictos dejaron a gran parte de la realeza empobrecida, por lo que Portugal comenzó a buscar en otros lugares formas de reactivar su economía.

A instancias de Enrique, el rey envió una flota en 1415 para capturar el puerto moro de Ceuta. El puerto marroquí fue durante mucho tiempo un refugio seguro para los piratas berberiscos que merodeaban por la costa norteafricana. La conquista de Ceuta despertó en Enrique las posibilidades de las rutas comerciales saharianas y despertó su interés por cartografiar la costa occidental africana al sur de las Islas Canarias.

Ver más

El mundo al sur del Cabo Bojador, en el continente africano, era un territorio desconocido en aquella época, al menos para los navegantes europeos. Pero Enrique estaba decidido a descubrir la extensión del mundo musulmán que, como buen cristiano de su época, se empeñaba en derrotar.

Sin embargo, encontrar a alguien dispuesto a navegar hacia lo que los europeos llamaban el «Mar de las Tinieblas» no fue fácil. No fue hasta 1434 que el explorador portugués Gil Eannes, un antiguo sirviente de Enrique, se convirtió en el primero en rodear el cabo. La exploración y la explotación comercial de la costa occidental africana no tardaron en llegar.

Enrique, en calidad de gobernador del Algarve y respaldado por el tesoro de la Orden de Cristo, comenzó a autorizar expediciones en el Atlántico, que resultaron en que Portugal colonizara las Islas Madeira, las Azores y las Islas Canarias. Al mismo tiempo, contrató a cartógrafos para que trazaran los mapas del creciente mundo portugués, y financió la construcción de barcos más nuevos y rápidos para ampliar el alcance portugués en océanos lejanos.

No está claro si Enrique estableció realmente una escuela formal de navegantes y cartógrafos, como se afirma -y éste es el pilar central sobre el que descansa su elevada reputación-. No cabe duda de que los navegantes y cartógrafos estuvieron a su servicio y desempeñaron un papel fundamental en la expansión del joven Imperio portugués.

Los portugueses habían explorado la costa africana hasta el sur de la actual Sierra Leona en 1462, dos años después de la muerte de Enrique. Bartolomeu Dias llegó al Cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África, en 1489. Nueve años más tarde, Vasco da Gama se convirtió en el primer navegante europeo en tocar tierra en la India.

Nada de esto habría sido posible sin el espíritu impulsor de Enrique el Navegante. No está mal para un tipo que apenas salió de casa.

Categorías: Articles

0 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *